La Significación del
Bautismo
A la luz del Nuevo
Testamento y su Función Salvífica.
Por: Guillermo
Antonio Domínguez
I.
¿Qué es el bautismo?
1.
El vocablo
bautismo tiene su origen en la voz griega βάπτω, βαπτίζω, βαπτισμα (bapto,
baptizo, baptisma) y significa: zambullir, sumergir, sepultar en agua,
lavarse. Baptizo es la forma intensiva
de bapto, que junto a lo antes definido, también significa aniquilar, ahogar a
alguien o hundir, como cuando se hunde un barco[1], de ahí que Pablo lo
describa semánticamente con sus palabras en Romanos 6:1-14: “…porque somos
sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo…”. Pablo explica que el nuevo creyente muere
espiritualmente en el acto del bautismo, y resucita con Cristo como una nueva
criatura. En el bautismo la vieja
criatura es sepultada y renace una nueva criatura en Cristo y por Cristo.
2.
Así, el
bautismo es el signo a través del cual se representa la muerte, sepultura y
resurrección de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 6:3.5; Colosenses 2:12,13).
3.
Es el acto de
fe a través del cual el creyente se une a Cristo (Rom. 6:3).
4.
Es un
mandamiento de Jesucristo para ser su discípulo (Mateo 28:19). Uno se hace discípulo de Jesús cuando se es
bautizado, afirma el texto.
5.
Es el acto a
través del cual el Espíritu Santo
nos sella (Efesios 1:13,14; 4:30; 2Cor. 1:21-22). Es en el bautismo cuando la persona recibe
el don del Espíritu Santo (Hch. 2:38).
6.
Por cuanto en
el bautismo el creyente se une a Cristo, recibiendo así el Espíritu Santo, y
siendo el bautismo el agua que lava y regenera por el Espíritu Santo, se define
entonces, que el Bautismo es el medio a través del cual iniciamos a ser configurados
conforme a la imagen del Hijo (Rom. 8:29; Efesios 4:22-24). Al ser bautizados nos revestimos del nuevo
hombre, o sea, del carácter de Cristo; somos hechos, a partir de ahí, conforme
a su imagen, conforme a la imagen del nuevo Adán que es Cristo.
II.
Antecedentes del bautismo novotestamemtario.
1.
El bautismo por inmersión era
practicado por los Esenios. Esta
comunidad, de acuerdo a la datación de “La Regla de la Comunidad”, 1QS, fechada
hacia el 100-75 a.C., sugiere que los Esenios ya tenían existencia desde ese
tiempo[2]. Se ha sugerido que tanto Jesús y Juan el
Bautista hayan pertenecido a esta secta judía, y de ahí que hayan adoptado la
práctica del bautismo. Sin embargo, si
ambos pertenecieron o no a esta comunidad, no hay pruebas conclusivas. Con todo, el bautismo, si bien coincide en la
práctica de inmersión igual que los Esenios, difiere de éste en cuanto al
carácter irrepetible del bautismo de Juan y el de Jesús, una sóla vez, para
arrepentimiento y perdón de los pecados (Marcos 1:4).[3] El bautismo de Juan y el de la gran
comisión tienen carácter espiritual, salvífico, un signo de conversión total,
mientras que los Esenios bautizan diariamente, primero, como rito de iniciación
para el nuevo miembro de la comunidad, y luego, una práctica diaria de baños o
inmersiones de purificación ritual antes de cada comida, sin dejar de tener
valor moral.[4]
2.
Los israelitas igualmente tenían
la práctica contínua de las abluciones, o sea, lavatorios rituales de todo el
cuerpo o de algunas partes del cuerpo, esto como medida de higiene, o
purificación. Para ello se usaban
algunos términos, como טָבַל Tabal = Q. mojar, bañarse, sumergir, hundir, meter; Ni. se mojó, se sumergió, se bañó; נָזָה nazaj = Q. rociar (Números
19:18); רָחַץ
rajatz = lavar, lavar una área.[5] Todas estas abluciones o bautismos judaicos,
así como el bautismo de los judíos esenios fueron superados por el bautismo de
Cristo de la gran comusión. Por esa
razón, el autor de la carta a los hebreos habla en plural acerca de la
“doctrina de bautismos”, pues los hebreos a quienes escribe, tenían en mente la
multiplicidad de abluciones o bautismos prescritos en la Ley de Moisés. La doctrina de bautismos sería más bien para
aclararles que en Cristo existe un sólo bautismo, único y eficaz para la
purificación y limpieza definitiva de los pecados por su sangre (Hebreos 6:2).
III.
¿Qué propósitos tiene el bautismo? Jesús ha relacionado la salvación con el
acto del bautismo. Esto procede de Dios
y no de los hombres (Mateo 28:19,20; Marcos 16:16; Juan 3:5).
1.
En el
bautismo, por la fe en Jesucristo, recibimos el regalo de la salvación (Marcos
16:16; 1Pedro 3:21).
2.
En el bautismo
Dios perdona nuestros pecados (Hechos 2:38; Colosenses 2:12,13).
3.
En el bautismo
se lavan los pecados invocando el nombre de Jesús (Hch. 22:16). Pablo usa los dos términos antes
mencionados: βαπτιζω, λούω. Ambos están
intrínsecamente ligados semánticamente, pues se conecta la acción de βαπτιίζω:
sumergir en agua, con la palabra λούω, la cual indica sumergir completamente
para lavar algo. El acto del bautismo,
el acto de sumergirse es especial en el sentido que la acción se consagra a la
muerte, sepultura y resurrección espiritual del bautizando, en equiparación a
la muerte, sepultura y resurrección de Cristo.
El agua en sí no tiene ningún poder mágico, sino la fe del individuo en
Jesucristo y la confesión de su nombre.
El agua del Jordán no sanó la piel de Nahamán, sino la fe que éste tuvo
en el mandato de ir y sumergirse exactamente como el profeta la ordenó. Lo que le sanó entonces fue la fe, pero esa
fe actuó para sanidad hasta que fue y se sumergió en el Jordán exactamente a lo
ordenado. El agua es símbolo de limpieza,
de baño espiritual, en el que se lava el alma del pecado (2Reyes 5:14).
4.
A partir del
bautismo Dios nos otorga el regalo o presencia del Espíritu Santo dentro de
nosotros (Hechos 2:38; 1Corintios 3:15; 6:19).
5.
En el bautismo
somos revestidos de Cristo (Gál. 3:26).
6.
El acto del
bautismo nos une a Cristo haciéndonos uno con él (Rom. 3:3-5).
7.
La acción del
bautismo nos recuerda que hemos muerto al pecado, que nuestro viejo hombre ha
sido sepultado y que hemos resucitado como una nueva criatura en Cristo
(Romanos 6:3-5; Colosenses 2:12).
8.
En el bautismo
se inicia la regeneración del hombre para Cristo (Tito 3:5).
9.
Es necesario
para entrar al reino de Dios (Juan 3:5; Colosenses 2:13, 14).
10.
En el bautismo
nos hacemos miembros de la Iglesia como cuerpo de Cristo (1Cor. 12:13; Efesios
4:4-6). De las aguas del mar rojo nació
un nuevo pueblo (1Cor. 10:2), como un nuevo pueblo nace y crece también a
partir del bautismo.
11.
En el bautismo
Dios nos configura a la imagen de Jesucristo (Rom. 6:1-14; 12:1-2; 8:29;
Efesios 2:10; 4:22-24; Colosenses 3:9-15).
12.
Somos hechos
hijos de Dios por adopción (Rom. 8:14-17; Gál. 4:4-7).
13.
A partir del
bautismo somos pertenencia de Dios y no de nosotros mimos (1 Corintios 3:15; 6:19; 2
Corintios 5:15).
14.
En el bautismo
Dios nos sella con su Espíritu Santo para el día de la resurrección (Efesios 1:13,14;
4:30; 2Cor. 1:21-22).
IV.
¿Qué relación se establece entre el nuevo bautizado
y la vida intradivina?
1.
Puesto que el
bautismo es el signo de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, así,
de igual modo, con el bautismo se quiere decir que el creyente muere al pecado,
sepulta la vieja criatura, o sea, su antiguo carácter, y nace como un nuevo
hombre, identificándose con Cristo en el bautismo como signo de su muerte y
resurrección (Rom. 6:3-6).
2.
A partir de
ahí, el cristiano está en Cristo, lo cual nos hace
partícipes de la vida intradivina por nuestra unión y participación con
Cristo. Al estar en Cristo estamos en
el Padre y el Padre en nosotros. Todo
esto a través del don y presencia del Espíritu Santo en nosotros (Rom. 6:3-4;
Juan 17:21-23; Gálatas 3:27).
3.
Se afirma que
el nuevo bautizado está revestido de Cristo, o sea, la sangre, y el Espíritu de
Cristo nos cubre (Gál. 3:27).
4.
Somos sellados
por su Espíritu Santo: “En él (Cristo)
también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra
salvación, y habiendo creído en él, fuiste sellados con el Espíritu Santo de la
promesa” (Efesios 1:13). Se dice
esto a razón que a partir del bautismo el Espíritu nos es prometido como arras
de promesa de Dios. Todo ello a partir
del bautismo.
5.
Por la fe en
Jesucristo demostrada en el bautismo, somos hechos hijos de Dios por adopción
(Rom. 8:14-17; Gál. 3:26; 4:4-7).
Venimos a participar de la familia divina; somos hechos hijos dentro del
Hijo Jesucristo. Pablo dice: “Por
su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo”
(Efesios 1:5); somos hijos por inclusión por medio del Hijo. De ahí que se diga que nuestro cuerpo se ha
convertido a partir del bautismo en Templo de Dios y del Espíritu Santo: “¿O
ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19); “¿A caso no sabéis que sois templo
de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros?” (1 Corintios
3:16). Cuando Pablo escribe a los
cristianos en Galacia, les dice: “todos los que habéis sido bautizado en
Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya
no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, porque
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26-28). Les continúa diciendo que Dios envió a su
Hijo en el tiempo adecuado para que recibieran “la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a
vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si
hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas
4:4-7). A los Efesios les dice que son
miembros de la familia de Dios (Efesios 2:20),
esto evidentemente a partir del bautismo ratificado por la fe, o por la
fe ratificada por el bautismo. Todos
nosotros, entonces, venimos a participar de la familia divina a través de
Jesucristo, de su Espíritu Santo y del Padre a partir del bautismo en el cual
se nos otorga todos esos privilegios: hijos dentro del Hijo, habitación del
Espíritu Santo, habitación de Dios Padre, revestidos de Jesucristo, hijos
dentro del Hijo.
V.
¿Quiénes deben ser bautizados?
1.
Todos quienes
crean en Jesucristo y su Evangelio.
(Marcos 16:16; Hechos 8:36-38; 8:12).
2.
Todo aquel
quien luego de haber oído el Evangelio esté dispuesto a arrepentirse. (Hechos 2:38; 3:19; 17:30).
3.
Los que
confiesen a Jesús como Señor (Hechos 8:36-38).
a.
Esto significa
que el niño no debe ser bautizado pues aún no tiene desarrollada su capacidad
cognitiva para entender, creer y confesar a Cristo como Señor.
b.
Tampoco tiene
pecados de los cuales deberían
arrepentirse.
c.
Los niños no
tiene pecado, pues no saben ni lo bueno ni lo malo (Deuteronomio 1:39; Ezequiel
18:1-4,20).
4.
Hombres y
mujeres: “Pero cuando creyeron a Felipe,
que anunciaba el reino de Dios, y el nombre de Jesucristo, se bautizaban
hombres y mujeres” (Hch. 8:12).
Resumen: ¿Quiénes
deben ser bautizados?
1)
Los que
creen (Marcos 16:16)
2)
Los que se
arrepienten (Hch. 2:38)
3)
Los que confiesan
su fe en Jesús (Hch. 8:37; 22:16).
VI.
¿Somos salvos sólo por el bautismo? El
bautismo en sí mismo no salva. Así como
nadie es salvo sólo por arrepentirse, y así como nadie es salvo sólo por creer,
pues, aun los demonios creen y tiemblan, pero no son salvo por ello, de igual
modo, el bautismo solo, no salva, debe ir acompañado de otros elementos. Cada elemento, como la fe, el
arrepentimiento, la confesión y el bautismo, es importante para la salvación. Cada uno de ellos juntos y de modo integral
son instrumentos de la gracia salvífica.
Pues si alguien es bautizado pero no tiene fe, su bautismo es vano, pues
Jesús dice: “el que creyere y fuere
bautizado será salvo”. No dice: “si alguno creyere o fuere bautizado”, como dando opción a elegir entre fe y
bautismo para ser salvo. El texto no da
cabida a una disyuntiva, sino que agrega la “y” aditiva: Fe y bautismo. Si
alguien es bautizado pero no tiene la actitud de arrepentimiento, de igual
modo, el bautismo es vano, pues el texto dice: “Arrepentíos y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para perdón
de los pecados...”. Dios demanda un
cambio de vida para bien sobre cada cristiano. Si alguien es bautizado pero no se
mantiene en fidelidad hasta la muerte, difícilmente será salvo: “Se fiel hasta
la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10). “…Y si
el justo con dificultad se salva, ¿Qué pasará con el impío y el pecador?”
(1 Pedro 4:18); “…Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios ¿O pensáis que la
Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho habitar en vosotros nos
anhela celosamente?...” (Santiago 4:4-5). El bautismo es el inicio de una nueva
vida en Cristo, donde a partir del bautismo por la fe en Jesucristo, la persona
recibe el perdón de sus pecados, la salvación de su alma. Pero debe mantenerse fiel a la palabra de
Dios para alcanzar la salvación escatológica.
VII.
Entonces, una vez bautizado, siempre salvo? No. Sin embargo, hay quienes piensan que una vez
salvos, siempre salvos, o una vez bautizado, siempre salvo. El texto del Nuevo Testamento no deja lugar a
ese pensamiento. El planteamiento
anterior nos habla que el bautismo en sí mismo o la fe en sí misma no salva,
sino que cuando se conjugan integralmente cada uno de ellos en el momento del
bautismo, se efectúa el acto de la salvación por la fe en Jesucristo, acto que
continúa en proceso hasta la parusía de nuestro Señor Jesucristo, instante en
el cual se consumará la salvación que en esperanza hemos recibido: “…para alcanzar la salvación que está
preparada para ser manifestada en el tiempo final” (1Pedro 1:3-5), “…sed sobrios y esperad por completo en la
gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” (1Pedro 1:13); “…nosotros también gemimos dentro de nosotros
mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo, porque en
esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que
lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia
lo aguardamos” (Romanos 8:23-25).
De esto vemos que la salvación completa y perfecta pertenece al ámbito
escatológico, se completará y efectuará en definitiva cuando nuestro Señor
Jesucristo se manifieste por segunda vez entre las nubes del cielo. Será ahí cuando el cristiano recibirá la
salvación en plenitud. Más aún, el
Espíritu Santo afirma a través del apóstol Pablo que nuestro cuerpo aún está a
la espera de la adopción y redención.
Esto se traduce en lo que Pablo dice a la iglesia en Filipos: “Él transformará nuestro cuerpo mortal en un
cuerpo glorioso semejante al suyo…” (Filipenses 3:21); véase también 1 Corintios 15:50-58 donde Pablo habla de
cuerpos transformados e incorruptibles, en un momento, en un abrir y cerrar de
ojos cuando Jesucristo venga en gloria.
Esto nos enseña que cada cristiano debe mantenerse firme y fiel hasta la
muerte; esa fidelidad se traduce en una vida de continuo arrepentimiento, o
sea, de continuo cambio para bien cada día de su vida. El arrepentimiento no es sólo para el
momento del bautismo. Sino que es una
actitud que debe ir día a día en la vida del cristiano. Entendiendo que si fallamos y no hay
arrepentimiento, lamentablemente, aunque hayamos sido bautizados, la salvación
se puede perder.
VIII.
¿Cuál es la forma bíblica del Bautismo?
1.
Como se dijo
al inicio, la palabra bautismo viene de la voz griega: βαπτίζω, βαπτισμα
(baptizo, baptisma) y significa: sumergir, zambullir, lavarse.
2.
De acuerdo al
texto bíblico, este se aplicaba por inmersión (Hch. 8:38,39; Rom. 6:3-5;
Colosenses 2:12,13. Esto es así, por
lo explicado arriba.
3.
El Eunuco para
bautizarse descendió y salió del agua, lo cual implica que su bautismo fue por
inmersión (Hechos 8:38,39). “Juan Bautizaba en Enón porque había allí muchas
aguas” (Juan 2:23). La idea implica
que se requería mucha agua, para hacer lo que la palabra originalmente
significaba en la mente de ese momento: zambullir, sumergir. Eso significa que el bautismo en tiempos
apostólicos siempre fue por inmersión.
Ya se mencionó atrás que tanto la palabra en griego y hebreo implicaba
siempre sumergir completamente.
4.
Hemos de
recordar que toda palabra como signo lingüístico tiene su propia imagen de
significación, esto será el caso de la palabra bautismo, siempre significó y se
entendió en los primeros siglos como inmersión.
5.
La evidencia
histórica también confirma el bautismo por inmersión en conformidad a lo dicho
en el texto sagrado. Las iglesias del
segundo siglo y subsiguiente practicaron el bautismo por inmersión.
IX.
¿En qué momento puede alguien ser bautizado?
En
el momento mismo que entienda el mensaje del evangelio, lo crea, y sienta la
necesidad de recibir el perdón de pecados.
Para lo cual hay algunos ejemplos de conversión en el libro de Hechos, a
continuación algunos:
1.
Las tres mil personas en el Pentecostés a quienes Pedro instó a arrepentirse y bautizarse,
lo hicieron ese mismo día (Hch. 2:38-41).
No hubo necesidad de un largo proceso de adoctrinamiento, pues este
viene después del bautismo, dice Jesús en Mt. 28:19,20.
2.
Los samaritanos oyeron y fueron bautizados, y evidentemente porque creían
y estaban dispuestos a arrepentirse (Hch. 8:12).
3.
El Eunuco, que iba de camino a Etiopía, se le predicó el evangelio, y una vez
hubo entendido y encontrado un sitio donde había agua, pidió ser
bautizado. Felipe no le dijo que debía
primero recibir un curso de doctrina de tres meses. Felipe le dijo que si creía, bien podía, y
así lo hizo. Se hizo bautizar de
inmediato (Hch. 8:26-39).
4.
Hechos
capítulo 9. Saulo de Tarso cuando tuvo
la visión en el camino a Emaús, le preguntó al Señor: “qué quieres que yo haga”
9:4-7. “El Señor le dijo: Levántate y
entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer” Hch.
9:7. Pablo fue llevado a la ciudad, y Ananías
fue enviado por el Señor donde Saulo “y poniendo sobre él las manos, le dijo:
Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde
venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu
Santo. Al instante cayeron de sus ojos
como escamas y recobró la vista. Se
levantó y fue bautizado” Hch. 9:17-18.
Si notamos atentamente a la lectura, se le dice que vaya y que se le
diría lo que debía hacer. ¿Qué era lo
que debía hacer? Bautizarse. Fue exactamente lo que hizo. Se levantó y fue bautizado. En la narrativa que Pablo mismo hace de su
conversión agrega un dato interesante: afirma el ánimo y exhortación que
Ananías le hace para bautizarse: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate y lava tus pecados
invocando su nombre” Hch. 22:16. El
pasaje demuestra lo importante que para Ananías era el acto del bautismo, a tal
modo que le impele a bautizarse para lavar sus pecados. Ante lo cual, según el capítulo nueve de
Hechos afirma que Pablo hizo.
5.
Cornelio, el Centurión romano. A este
hombre también se le dice que envíe a llamar a Simón Pedro para que éste le
diga lo que era necesario que hiciese: “Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz
venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro….él te dirá lo que es
necesario que hagas” Hechos 10:5,6.
Cornelio envió por Pedro, y cuando hubo llegado, Pedro le predicó esa
misma noche a él, a toda su familia y amigos a quienes había invitado, y una
vez que hubieron escuchado el evangelio por labios de Pedro, éste mandó que
bautizado en el nombre del Señor Jesús (Hch. 10.44-48). Todo indica que fue la misma noche (Hch.
10:1-48). Para los apóstoles, no podía
haber conversión sin el sello del bautismo según lo que vamos leyendo en los
ejemplos bíblicos.
6.
En el caso de Lidia, la vendedora de púrpura, la narrativa indica que todo ocurrió en el
momento en que Pablo predicaba a las mujeres junto al río. Lidia, “estaba
oyendo”. “El Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo
decía, y cuando fue bautizada…” (Hch. 16:11-15). Su bautismo ocurrió en ese mismo
momento. Al igual que los otros
ejemplos, no precisó de nada más, excepto su fe en Jesús y su anhelo de nacer
de nuevo a través del agua y del Espíritu; y así lo hizo.
7.
El carcelero de Filipos (Hch.16.16-33), es otro ejemplo dentro del Nuevo Testamento
que no dudó ser bautizado de inmediato.
¿Qué debo hacer para ser salvo?
Preguntó el carcelero. Pablo le
respondió sin titubear: “cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo
tú y tu casa.” El texto sigue:
“y
le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.” Para algunos, lo que Pablo le dijo bastaba
para ser salvo. Sin embargo, nadie
puede creer si antes no se le predica, y nadie accederá a bautizarse si antes
no escucha la importancia de ello. El
texto sigue: “Él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les
lavó las heridas, y en seguida se
bautizó con todos los suyos” (Hch. 16:25-33). Evidentemente, Pablo, como parte de la predicación
del evangelio, le habló de la necesidad del bautismo como una señal del nuevo
nacimiento, por la fe en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo,
tipificadas en la inmersión. El
carcelero de Filipos entendió la importancia y accedió de inmediato a ser
bautizado sin dudarlo.
8.
Los Corintios, al oír, creían y eran bautizados
(Hch.18:7-9).
9.
La conversión de los Efesios (Hch.19:1-5). Es de
sumo interés notar el hecho que estos doce hombres eran discípulos. Ya habían sido bautizados por Juan el Bautista. No obstante, Pablo hace ver una clara
distinción entre el bautismo de Juan y el bautismo de la gran comisión, o sea,
aquel que Jesús ordenó momentos antes de ascender al cielo. ¿Pero
cuál era la diferencia? El propósito. Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento,
mientras que el bautismo de Jesús era para recibir al Espíritu Santo y el
perdón de pecados, recibir la salvación.
Note el mandamiento del Señor Jesús antes de subir al cielo: “Id
por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado será salvo;
pero el que no creyere será condenado”. Si vemos, Jesús presenta el propósito del
bautismo: para salvación. El Señor dice
que es necesario Creer y bautizarse, no sólo creer. El Espíritu Santo, inspirando a Pedro, le hace
decir a la gran multitud en el día de pentecostés: “Arrepentíos y bautícese cada uno
de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados y recibiréis
el don del Espíritu Santo” (Hch.
2:38-41). Dos cosas son mencionadas
como propósito del bautismo: perdón de pecados y recepción del Espíritu
Santo. Estos doce hombres mencionados en
Hechos 19, una vez que oyeron la explicación y aclaración de Pablo respecto al
propósito del bautismo y la diferencia entre el bautismo de Juan y el bautismo
de la gran comisión dada por Jesús, no dudaron en ser bautizados. Ellos, en ese mismo momento fueron
bautizados.
10.
De la explicación anterior, lo mismo puede
decirse que ocurrió con Apolos, quien era “hombre elocuente y poderoso en las
Escrituras, este había sido instruido en el camino del Señor, y siendo de
espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor”,
pero, hay un aunque o un pero, dice el texto: “aunque solo conocía el bautismo de Juan. Comenzó, pues, a hablar con valentía en la
sinagoga, pero cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron aparte
y le expusieron con más exactitud el camino del Señor” (Hch. 18:24-28). El texto deja entrever claramente que había
una deficiencia en la predicación de Apolos, la cual consistía en conocer sólo
el bautismo de Juan. O sea, el no había
oído del bautismo que Jesús encomendó a sus apóstoles el día antes de ascender
al cielo, ni su propósito. Lo cual
indicaría evidentemente que tampoco se había bautizado con este bautismo, sino
solo con el de Juan. Era tan importante
el punto, que no solo se trataba ni se trata de predicar acerca de Jesús, a tal
modo que cuando lo oyeron Priscila y Aquila le explicaron a solas el asunto con
más exactitud. ¿Qué le habrían explicado Priscila y Aquila? Evidentemente el asunto
del propósito del bautismo. ¿Habría Apolos actualizado su bautismo
en el bautismo de la comisión de Jesús y su propósito? Tanto la lectura completa
de esta narrativa como la de los otros doce discípulos de Éfeso indicarían que
Apolos habría corregido su predicación y su bautismo.
X.
¿Por qué los niños no deben ser bautizados?
Por
los puntos mencionados, es obvio que sólo aquellos que tienen pleno uso de sus
facultades cognoscitivas pueden
hacerlo, esto excluye a los niños, pues aún no han desarrollado el elemento de
coordinación lógica o de entendimiento.
Además ha de tomarse en cuenta lo siguiente:
1.
En el tiempo
apostólico sólo se bautizaban hombres y mujeres (Hch. 8.12). Esto confirma lo antes dicho, pues no tienen
desarrollado su nivel cognitivo para entender ni creer el concepto,
significación espiritual y práctica del bautismo. El bautismo de infantes se instituyó
formalmente como dogma hasta iniciado el año mil después de Cristo. Si bien, la práctica ya era de antiguo, pero
no tanto como decir que los apóstoles y la iglesia del primer siglo lo
practicasen. Fue Agustín de Hipona
quien daría las bases para la práctica del bautismo de infantes, pero tales
bases en modo alguno coinciden con la Biblia ni la práctica de la iglesia
primitiva.
2.
El niño nace
limpio, puro, sin pecado, pues siendo Dios quien crea el espíritu del ser
humano, es natural que aquello que él da sea también, limpio y sin mancha
(Zacarías 12:1).
3.
Dios, al
reprender a los hebreos en el desierto, les dijo que ellos nunca entrarían a la
Tierra Prometida, pues habían dudado y renegado de él, pese a haber visto sus
portentos; sin embargo, sus niños, de quienes dijeron servirían de botín de sus
enemigos, ellos sí entrarían y heredarían la tierra, pues aún ellos no sabían
ni el bien ni el mal (Deuteronomio 1:39), con lo cual se entiende al niño
limpio y sin pecado desde el vientre de su madre.
4.
Salmo 51:5 “En
maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre”. Hay quienes
usan este pasaje para afirmar la pecaminosidad del niño desde su
concepción. Sin embargo, no es lo mismo
decir que haya sido concebido en pecado y que haya nacido con pecado. Lo primero debe interpretarse con la
condición en la cual el mundo se encontraba y se encuentra, una condición de
pecado y rebeldía contra Dios, esto incluía su entorno universal, su nación y
su propia persona, máxime por el pecado por el cual surge el capítulo 51,
respecto de sí, o sea, el arrepentimiento por el pecado de homicidio contra
Urías. Además, ello sería una
contradicción con las palabras que David dice en Salmos 139.13: “Tú
formaste mis entrañas; me hiciste en el vientre de mi madre”. David da por sentado que su hacedor, en
última instancia, es Dios mismo, con lo cual se atribuiría a Dios la
deficiencia de pecado en el hombre al nacer, puesto que Dios también forma el
espíritu del hombre dentro de sí (Zacarías 12:1). Ello no sería congruente respecto a Dios ni
con el verdadero sentido de Salmo 51. Todo lo que él hace es limpio. Él no formaría un espíritu sucio dentro del
hombre. Él lo forma limpio. Así que David no está diciendo que al nacer,
nació con pecado. Repito, no es lo
mismo ser concebido en pecado y nacer con pecado. Recuérdese también que Dios dice respecto al
ser humano y el pecado: “porque el corazón del hombre se inclina al
mal desde su juventud” (Gén.
8:21).
5.
El profeta
Ezequiel en el capítulo 18:1-4,20, discutiendo acerca de la culpabilidad
individual, aclara que cada cual pagará por su pecado. En Israel había el dicho: “el
padre como las uvas agrias y a los niños les da la dentera”. Ante semejante dicho, Jehová habla a través
del profeta y les dice que nunca más tendrán por qué usar ese dicho, pues toda
alma es de Él, y que el alma que peque esa morirá, indicando con ello la
individualidad del pecado. En el verso
20 es más preciso al decir: “El alma que peque, esa morirá; el hijo no
llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la
justicia del justo recaerá sobre él, y la impiedad del impío recaerá sobre el”.
Así, cada quien pagará por lo suyo.
No hay, por tanto, tal cosa de que el niño nace con el pecado original,
o sea, con aquel primer pecado cometido por nuestros padres Adán y Eva. No traemos tal pecado al nacer.
6.
Es de suma
importancia considerar las definiciones que la Biblia hace acerca del concepto
pecado. La Biblia lo define como:
a.
“Transgresión o violación a la ley de Dios” (1Juan
3:4). Pregunto ¿Qué mandamiento de la Ley de Dios
ha quebrantado el niño al nacer para constituirse en pecador? Si por nacer a quebrantado alguna Ley,
entonces, si sería pecador desde que nace.
Sin embargo, el sentido común y la Biblia nos indican que No. No ha quebrantado ninguna Ley, por tanto no
nace con pecado.
b.
“Toda injusticia es pecado,…” (1Juan 5:15). Pregunto:
¿Qué injusticia ha cometido el niño al nacer?
Ninguna, a menos que nacer fuese una injusticia, lo cual va en contra de
las Escrituras.
c.
“Saber hacer el bien y no hacerlo es pecado” (Stg. 4:17). Pregunto: ¿Ha desarrollado el niño su
capacidad cognoscitiva para distinguir entre el bien y mal para ejecutar
cualquiera de los dos? Obviamente que
no. El niño nace inocente, sin
pecado. Génesis 8:21 afirma que el
intento del corazón del hombre es malo desde su juventud. La Biblia Latinoamericana Edición pastoral
traduce el hebreo náar como infancia.
Esto es correcto si sólo se toma en cuenta uno de los significados de la
raíz hebrea נער (náar / noar) = niño. Sin embargo, la palabra hebrea va más allá
de este significado y agrega: muchacho, juventud, joven, cría, criado,
ayudante. De lo anterior se desprende
que el nivel semántico de la palabra es amplio, y no sólo se limita a significar
niño en su etapa infante, sino, al niño en su etapa en la cual a adquirido un
nivel cognoscitivo suficiente como para distinguir entre el bien y el mal, lo
cual ocurre aproximadamente desde la etapa de la pre-adolescencia en
adelante. Es importante mencionar que
entre los hebreos, a partir de los 12 años se consideraba al muchacho como “un
hijo del mandamiento”, o “de la Torah”[6] esto es, responsable de sus deberes espirituales ante
Dios. A ello hay que agregar que de
acuerdo al nivel semántico cultural, en Israel un joven de 20 años era aún
considerado un niño. Así que, aplicar la
palabra “infancia” para traducir el hebreo náar es ambiguo al no tomar en
cuenta el nivel semántico de la palabra, máxime si tomamos en cuenta las etapas
de adquisición de conciencia del ser humano, suficiente como para ser
considerado pecador. Debe considerarse,
también, que los muy respetables traductores de la Biblia Latinoamericana
pertenecen a la confesión Católica, y por ello inclinados a la doctrina de la
herencia del pecado original, razón por la cual, sin ninguna dificultad
traducen la palabra hebrea náar como “infancia”. Mas con todo, la mejor opción −tomando en
cuenta lo antes dicho − es la traducción hecha en la versión Reina-Valera y la Nueva Versión
Internacional. Estas traducen:
“juventud”. Ello concuerda con lo que
he venido considerando a la luz de la Santa Biblia y el nivel semántico.
d.
Otro aspecto
digno de considerar es la afirmación paulina en Romanos 5:12 cuando afirma que
lo que pasó o se transmitió a la humanidad no fue el pecado de Adán y Eva, sino
la muerte, inherente a partir de allí en cada ser humano. Hubo cambios tremendos en toda la
creación. De allí que Cristo haya
empezado restaurando nuestra condición espiritual y darnos la promesa de la
resurrección de un cuerpo incorruptible, tal cual el suyo (Filipenses
2:20,21). No heredamos el pecado de
nadie, cada quien dará a Dios cuenta de sí (Rom. 14:12).
XI.
¿Existe alguna fórmula Bíblica para el bautismo?
1.
Cuando Jesús
mandó bautizar “…en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Mateo
28:19, significa que el individuo ha de identificarse con la persona de
Jesucristo por la fe en su muerte, sepultura y resurrección, pasando a ser su
propiedad. Bautizarse “en el Nombre de
Jesús” significa ser bautizado en la autoridad de Aquel que dijo tener todo
poder en los cielos y en la tierra, poder que es compartido sin problema alguno
con la persona del Espíritu Santo y la del Padre. Ello se entiende por el enunciado que Jesús
hace: “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”; autoridad
compartida, también, por la perfecta unidad e igualdad de naturaleza entre las
tres personas, quien en virtud de ello, entonces, constituyen un solo
Dios. Así como en un recinto pueden
haber tres, cuatro o más personas completamente distintas, con todo, en ese
recinto existe una sola naturaleza humana.
No hay grados de naturaleza humana, mayor ni menor, sino, una sola. Del mismo modo, habiendo tres personas de una
misma naturaleza divina, hay, por tanto, una sola divinidad, un sólo Dios. Por ello, el individuo al bautizarse queda
unido a Jesucristo, a Dios Padre en comunión con el Espíritu Santo; es allí
cuando por primera vez se da la unión formal con Jesús. No es antes, ni después, sino, en ese
momento, al ser sumergido en las aguas del Bautismo. San Pablo continúa explicando en Romanos
6:3-5 que esa unión se da por la fe en Cristo en el momento de ser
bautizado. Es una acción objetiva y de
trascendencia espiritual, a través de la cual Jesús entra en el ser de la persona
por su Espíritu; es así como el bautizado viene a ser parte constitutivo del
cuerpo espiritual de Cristo, que es su Iglesia. Es interesante que tanto para los que
quieren hacer un dogma de Mateo 28:19 como de Hch. 2:38, en cuanto a la fórmula
bautismal, para su desilusión, no existe
ni un sólo pasaje donde aparezca la imagen mental ni objetiva del bautizador
pronunciando alguna fórmula bautismal sobre la persona a quien bautiza. Querer hacer un dogma de cualquiera de los
dos pasajes al grado de dividir y condenar a quienes no comparten el mismo
entendimiento, es absurdo, y tanto más cuando no se toma en cuenta el
significado semántico y teológico de la expresión: “en el nombre de Jesús”, o
“en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El individuo que ha de sumergirse debe creer
que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son completamente distintos en cuanto
a persona, pero completamente iguales en cuanto naturaleza.
2.
La evidencia
histórica confirma que los cristianos desde el primer siglo bautizaban en el
Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
3.
Cuando leemos
en el libro de Hechos que se manda a bautizar en el nombre de Jesucristo, jamás
se describe el instante y mucho menos las palabras dichas por el bautizador al
momento de bautizar. Debe tomarse en
cuenta el propósito del autor Lucas al escribir su tratado de Hechos. Él estaba escribiendo a Teófilo, un gentil,
con casi toda probabilidad de origen griego, el cual compartiría dicho
documento con sus amigos y sectores gentiles cercanos a él. En aquel momento, el Señor del mundo era el
emperador, a él se proclamaba como señor y salvador salvándolos de sus
enemigos. Así consideraba el mundo al
emperador romano, entonces, Lucas se
esfuerza por demostrar que hay un único Señor con autoridad o poder bajo el
cielo y la tierra en quien únicamente se puede ser salvo, y ese se llama Jesús
de Nazaret, Jesucristo el Señor y Salvador.
Esa es la razón por la que se hace énfasis en Hechos: “Y en ningún otro hay salvación, porque no
hay otro nombre (autoridad) bajo el
cielo, dado a los hombre, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
4.
También Pedro,
cuando manda bautizar a la gente en Pentecostés y a los amigos de Cornelio, los
manda a bautizar en el nombre de Jesucristo. Pero eso sólo con
el propósito de señalar la autoridad de Jesucristo como Señor, aunque en el
momento que se emiten estas palabras jamás se entiende que ese fuese el
instante en el cual se estuviese bautizando a las gentes. Es evidente, que al instante de bautizar a
esas personas, las palabras utilizadas fueron las dichas por Jesús en Mateo
28:19.
5.
Bautizar en el
nombre de Jesús es lo mismo que decir que se bautiza en la autoridad dada por
Jesús en Mateo 28.19.
XII.
¿Qué hemos de hacer después del bautismo?
Ser fiel hasta la muerte (Apoc.
2:10). Luego que la persona es bautizada, se le ha
de enseñar, a la luz de la Biblia, que ha tener tribulaciones, de todo tipo;
tentaciones para que vuelva del camino de salvación a las tinieblas donde antes
se encontraba. En la actualidad se
escuchan disertaciones que afirman que el verdadero cristiano no sufre, y si
alguien que dice ser cristiano está sufriendo, es porque en verdad no lo
es. Dichas afirmaciones van fuera del
orden bíblico, están fuera del marco salvífico enseñado por el Nuevo Testamento, pues, si somos parte
constitutiva del cuerpo de Cristo, por ende hemos de sufrir, y con todo, hemos
de mantenernos fieles. San Pablo en
Romanos 8:17 y Ef. 1:5 afirma que hemos sido hechos hijos en el Hijo por el Espíritu
de adopción, y que seremos herederos juntamente con Cristo si es que padecemos
juntamente con él. Como se ve, si
anhelamos ir al cielo, es necesario padecer juntamente con Cristo. Con ello se comprende que las tribulaciones
son parte natural y necesarias dentro del
proceso de desarrollo espiritual y salvífico del cristiano, en función que nos
confirma como verdaderos hijos de Dios al permanecer fieles hasta la muerte
como Cristo lo fue hasta la cruz, a pesar de sus aflicciones. La misma idea es presentada en Hch. 14:22
donde Pablo exhorta a los cristiano diciéndoles que es necesario que a través de
muchas tribulaciones entremos en el Reino de los Cielos. Pero para entrar hay que permanecer fieles
ante las adversidades. Pablo continúa
afirmando lo mismo, y ahora lo hace en 2 Timoteo 2:12 al decir: “Si
sufrimos, también reinaremos con él”.
En 2 Timoteo 3:12 afirma: “Y también todos los que quieren vivir
piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución…”. Con ello en mente, debemos confirmar el
pensamiento de los nuevos conversos acerca de la necesidad de mantenerse fieles
ante las adversidades, las cuales son necesarias para probar y consolidar
nuestra fe en el Señor Jesús siendo fieles hasta la muerte (1 Ped.
2:21;4:12,13). Sin embargo, tampoco se
quiere decir con esto, que debemos tener complejo de mártir, o sea, tampoco se
debe dejar la impresión que el cristiano debe buscar las tribulaciones y
problemas, y que debe procurar sufrir, no, en modo alguno es la idea. Si alguien está pasando una vida tranquila y
reposada, lo que sí debe cuidar es que esa vida relajada tampoco le aleje del
Señor.
Primero
Dios, continuaré mejorando y ampliando el presente material. Dios les bendiga.
Su servidor y amigo,
Guillermo Antonio Domínguez Sánchez
[1] Hay algunos términos que implican
la idea de inmersión: Βαπτω = sumergir, zambullir, Βαπτίζω = sumergir, zambullir, Βαπτισμός = baño de inmersión, Βαπτισμα = bautismo. λούω
era usado para indicar el lavamiento de todo el cuerpo, mientras que
νίπτω designaba lavar o enjuagar los miembros del cuerpo. En la LXX se usa βάπτω para traducir el
verbo hebreo tabal = sumergir. Diccionario
Teológico del Nuevo Testamento, Vol. 1, Lothar Coenen-Erich Beyreuther-Hans
Bietenhard, Editoria SIGUEME, Salamanca, 1980, pág. 160 ss.
[2] García
Martínez, Florentino; Trebolle Barrera, Julio.
Los Hombres de Qumrán, Editorial TROTA, Segunda
edición, Madrid, 1997, pp.65, 75-79.
[3] Ibid. pp. 239
ss.
[4] Vidal
Manzanares, César. Los Esenios y los
Rollos del Mar Muerto. Ediciones
Martínez Roca, S.A.,
Barcelona, 1993, p. 127, 128..
[5] Lexico
Hebreo-Español y Arameo-Español de Pedro Ortiz V. S.J.
[6] Edersheim, Alfred, La vida y los Tiempos
de Jesús, Tomo 1, pág. 278.