miércoles, 24 de julio de 2013

Inspiración y Revelación Jyba

Inspiración y Revelación[1]
Por: Guillermo Antonio Domínguez   Jyba

Inspiración[2]: Es la influencia de Dios a través del Espíritu Santo sobre los hombres que de antemano él escogió, al moverlos y guiarlos a escribir su revelación de acuerdo a las circunstancias socioculturales, políticas y espirituales en las cuales ellos o sus destinatarios vivían, a fin de darles a conocer su voluntad para la salvación de la humanidad. (note explicación en página dos).

Puesto que la inspiración tiene que ver con la motivación ejercida por Dios a través del Espíritu Santo sobre aquellos hombres que de antemano él escogió, se entiende, entonces, la razón por la cual el Apóstol escribe: “...porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2Ped 1:21).  Aquí Pedro utiliza la palabra griega: φερόμενοι[3] (ferómenoi = llevados) para indicar la influencia ejercida del Espíritu Santo sobre los profetas u hombres de Dios al revelar su palabra.   El término griego tiene la significación de: llevar, traer, cargar, arrastrar, soportar, producir.   Con ello se quiso decir que se ejerció una acción (sobre natural) de empuje, arrastre y soporte sobre los escritores a través del Espíritu Santo, aunque permitiendo escribir de acuerdo a sus capacidades y propósitos propios del autor como se observa en el contexto histórico mismo de cada escrito, ubicados en un espacio-tiempo-cultural específico. Los hombres de Dios fueron sujetos pasivos (no en cuanto a que les fuera dictada la palabra, sino en cuanto a que les era recordada la sana doctrina para escribirla de acuerdo a las circunstancias presentadas); el Espíritu Santo fue el sujeto activo al llevarlos o moverlos a hablar o escribir.   La palabra griega antes mencionada es un participio presente pasivo, indicando que la acción era ejercida sobre la voluntad de los escritores para hablar o escribir el mensaje divino. Siendo así, entonces el texto diría: “Los hombres de Dios hablaron siendo llevados o movidos por el Espíritu Santo”, indicando con ello que él los motivó a escribir, llevó sus voluntades para expresar, sea de modo oral o escrito, aquello que se les estaba revelando, y los guió para que no falsearan la palabra revelada, dando así autoridad al mensaje acabado. Fue justamente lo que Jesús les infirió en Jn. 14:26 y 16:13 al decir que el Espíritu Santo:

  • les enseñaría todas las cosas,
  • les haría recordar todo lo enseñado y,
  • que los guiaría a toda la verdad.

El espíritu Santo vendría a ser el οδηγός[4] (jodegós), el guía de los discípulos, el que los guiaría a toda la verdad.   Esta palabra usada por Jesús respecto a la labor del Espíritu Santo realza la acción sobre natural de éste sobre los apóstoles en su labor escriturística.   De esta manera, lo que escribirían sería la expresión del pensamiento de Dios, dichas en palabras de hombre[5].   Con esto en mente, podemos afirmar que ser inspirado desde la perspectiva bíblica fue: ser llevado, movido y guiado por el Espíritu Santo a hablar y escribir la palabra de Dios en palabras de hombres, llevando si, el sello autoritativo del Espíritu de Dios en cuanto a unidad de mensaje se refiere.   Eso fue lo que les aconteció a los escritores bíblicos.
Por ejemplo, en el caso de Lucas, Dios motivó y guió a éste para que investigara cuidadosamente lo concerniente a la vida y obra de Jesús y escribiera en sus propias palabras lo recabado en sus investigaciones, quedando así la redacción final del Evangelio que lleva su nombre.   El mismo procedimiento seguiría al escribir el libro de Hechos.   Lucas fue testigo ocular de casi la mayor parte de las cosas que narra en su libro, y en las que no, entonces investigó y escribió.   Detrás de todo ello estaba Dios, moviéndolo a investigar, escribir y, guiándolo con su Espíritu para que no se cometieran errores[6], manteniendo así el sello de autoridad divino sobre lo escrito por su inquebrantable unidad temática y doctrinal (no contradicción).   Lo mismo ocurrió en la formación del Antiguo Testamento[7].

Los documentos del A.T. y del N.T. salieron de circunstancias particulares, sea de un individuo como de una comunidad; Dios, sin embargo, estaba al tanto de ello, siendo partícipe de su historia.   Éste inspiraba, o sea, movía la voluntad de ciertos individuos para que escribieran soluciones a las problemáticas de la comunidad de fe guiados por el E.S.   Por ejemplo, en el caso de la primera carta a los Corintios, alguien envía noticias a Pablo acerca de las cosas que estaban aconteciendo allí.   Desde la perspectiva meramente humana, podríamos decir que Pablo escribe porque los hermanos le piden ayuda, sin embargo, no es sólo así. Pablo al escribir está consiente al igual que los demás escritores, que lo que escribirá, será guiado o iluminado, inspirado –no dictado– por el Espíritu Santo, por la sabiduría de lo alto, para dar respuestas pertinentes a las necesidades espacio-tiempo-culturales y, quedando también estas respuestas como elementos divinos de aplicación permanente (1Cor. 2:6-16; 1Tes. 2:13; 2Tes. 2:15; Col. 4:16; 2Ped. 3:15-16; 1:20,21).   Estos pasajes nos demuestran el grado de conciencia que los escritores tenían respecto a la inspiración divina de sus escritos: Eran y son palabra de Dios (1Tes. 2:13).

La inspiración no debe entenderse como si Dios utilizó al hombre como su secretario a quien dictaba palabra por palabra lo que él quería decir, en ninguna manera, aunque si bien es cierto, en algunos momentos los profetas de Dios tuvieron que expresar literalmente la palabra o mensaje del Señor al decir: “Así dice el Señor: ...” (2Reyes 20:1, 5,6; Jer. 31:1 y ss.); no fue, sin embargo, la regla general.   Dios permitió que los hombres pudieran expresar su menaje en el lenguaje y estilo propios, estilos de acuerdo a la formación académica e intelectual del hagiógrafo.   Aún en nuestras biblias en castellano se diferencia el estilo y lenguaje de ciertos autores sagrados en su vocabulario y forma de decir las cosas; algunos fueron escritos con estilos muy simples, otros más elegantes; unos con vocabulario muy rico, otros con vocabularios muy limitado; un ejemplo clásico lo tenemos en Amós, quien siendo básicamente un hombre de campo, un hombre que cuidaba del ganado, utiliza un lenguaje de acuerdo a su formación y medio de vida, él mismo dice de sí: “soy boyero y recojo los higos silvestres”; “Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel”; “Oíd esta palabra, vacas de Basán, ...”.   Compárelo con Isaías y Romanos.

La inspiración es la que da autoridad a los escritos bíblicos.   Estos llevan el sello inconfundible del Espíritu Santo: su verdad, sin contradicción con ninguno de los escritos asumidos también como inspirados.   Hay otros pasajes que afirman la inspiración de las Escrituras: Mat. 22:43; Jn. 14: 25;16:13-15; 2Ped. 1:21; 2Tim. 3:16.

Otra palabra que también es usada en el Nuevo Testamento es:
Θεόπνευστος[8] (theópneustos), que al igual que la otra, es una palabra compuesta y significa: soplo de Dios, viento de Dios.
Esta es utilizada por Pablo en 2Timo 3:16 al hablar de las Escrituras inspiradas por Dios. Con ello Pablo estaba indicando la influencia sobre natural del Espíritu Santo en la acción reveladora de su Palabra. La idea es que Dios expira o exhala su Espíritu de sí, e inspira (sopla dentro) en la mente del hombre su divina revelación de acuerdo a las circunstancias en que éste y para quien éste escribe. El hombre es sujeto pasivo; Dios, es sujeto activo en tanto que ejerce su poder sobre el hombre para escribir y guiarlo a toda la verdad.

La Revelación[9].   Esta procede del latín: revelatio, que indica develar algo, descubrir, en el sentido de quitar una sábana de algo, dejándola al descubierto.   En el hebreo la palabra para revelar es: galah = estar desnudo, descubierto.   Otro concepto para definir la revelación es: phaneroo = manifestar, exponer.   Así, en el sentido de la revelación, la palabra implica el quitar algo dejándolo al descubierto.   En el Nuevo Testamento, la palabra para revelación es αποκαλυψσις, la cual detona la misma significación: develar, revelar algo.   Así, la revelación es el actuar de Dios para darse a conocer a su criatura, el ser humano.  Es el acto comunicativo a través del cual revela aquello que le place de sí, aquello que el ser humano puede entender de su creador.   Siendo así, la comunicación es inmanente, por cuanto el creador se baja al nivel de entendimiento de su criatura por puro amor.  Su actuar inmanente, en ningún momento hace dejar de ser trascendente su ser. 

  • Son los actos a través de los cuales Dios se da a conocer al hombre, actos sin los cuales, sería imposible conocer a Dios, pues el efecto no puede ser mayor que la causa; Dios es trascendente, pero se vuelve inmanente a fin que su criatura le conozca.
  • Esta revelación se ha proyectado a través de la creación, los profetas y sus escritos, y a través de su máxima revelación: la persona de nuestro Señor Jesucristo, quien al encarnarse en el vientre de María y hacerse hombre, dio a conocer al Padre, habitando en Jesús la plenitud de la Divinidad (Jn. 1:1,14; Col 2:9).
  • Dios se ha revelado a sí mismo en una dimensión dinámico-histórico-personal, tanto en el A.T. como en el N.T.   Dios no es pasivo, ni indiferente ante los problemas de su criatura caída.  Dios ha actuado de muchas maneras a favor del hombre en su miseria de caído.   Se ha insertado en la propia historia del hombre, desde el Antiguo Testamento y más personalmente en la dispensación del Nuevo Pacto a través de Jesucristo quien es la imagen misma de su sustancia.  
  • Él ha revelado su voluntad en cuanto a lo que quiere para con su pueblo y la humanidad completa: Dios quiere salvar al hombre, y dio el medio para que éste pueda ser salvado: creyendo de una manera dinámica en la persona de su Hijo Jesucristo, el único camino al Padre.

Por cuanto Cristo es la última revelación de Dios, y por cuanto él ya no está físicamente con nosotros para guiarnos, él dejó, entonces, al Espíritu Santo para que guiara y llevara a toda la verdad a los Apóstoles que él escogió y a sus discípulos, para que éstos, inspirados por el Espíritu Santo escribieran su enseñanza y aquello que Dios continuaría revelando a través del Espíritu, en tanto estos hombres –testigos oculares de Cristo– vivieran, dando a conocer su voluntad de manera escrita de una vez para siempre.   Sin embargo, una vez muertos los apóstoles y discípulos que anduvieron con Jesús, o aquellos que fueron discípulos de los apóstoles (Juan Marcos, Lucas, Santiago, Judas) luego de redactar los escritos para la Iglesia, dicha revelación e inspiración concluyó.   A partir de allí no hay más revelación ni inspiración. Todo lo que el hombre necesite saber respecto a la voluntad de Dios para la salvación del mismo hombre, se encuentra redactado en las páginas de la Biblia, especialmente las del Nuevo Testamento.

Dos tipos de revelación:
  1. Revelación natural.    Este tipo de revelación se refiere a la manera en que Dios se ha revelado a través de la naturaleza, el cosmos, el universo, su creación.   El Apóstol San Pablo al escribir a la iglesia de Roma, y disertando acerca de la culpabilidad e inexcusabilidad de los gentiles ante Dios, dice que éste se ha revelado a través de su creación.   Su eterno poder y deidad ha sido demostrado a través de las cosas hechas, por lo cual eran inexcusables (Rom. 1:18 ss). Los gentiles, pese a que no habían recibido ninguna revelación especial de Dios a través de algún profeta o escritos a diferencia de los judíos, no tenían excusa, pues la razón misma, la lógica humana, el sentido común los llevaba a pensar en la existencia indiscutible de un creador de cosas tan grandes y perfectas como la creación.   Pablo infiere lo irrazonable de pensar que las cosas hechas, la creación misma no tenga un creador[10].   Cuando Pablo discute en el areópago de Atenas con los Epicúreos y Estoicos ante los griegos, él les dice que Dios no se ha dejado sin testimonio.     También les cita
las palabras de uno de sus poetas al decir que “linaje suyo (de la Deidad) somos” (refiriéndose a ellos)[11].

  1. Revelación Especial. Esta revelación se dio de varias maneras como dice el mismo escritor a los Hebreos: “Dios habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otros tiempo a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por el Hijo,...”.    Dios se revelaba de modo especial a través de cada hombre que expresaba la frase: “y dijo Dios” o “vino palabra de Jehová”: Ex. 4:28;19:6,7; 20:1-17; 24:3; Núm. 3:16,39,51; 11:24; 13:3; Deut. 2:2,17; 5:5-22; 29:1-30:20.   El autor da a conocer que la revelación de Dios fue multiforme. El reveló su palabra, su voluntad a través de
    • los patriarcas,
    • los profetas
    • sus escritos,

1.      Su máxima y definitiva revelación: su propio Hijo Jesucristo[12].
Jesús respondió a Felipe cuando éste le pidió que le mostrara al Padre: “tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has conocido Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre[13] (Jn. 14:8,9).
2.      Su testimonio a través del elemento predicativo y redaccional, sea de los Apóstoles o de aquellos discípulos apostólicos movidos todos por el Espíritu Santo:
§         Jesús afirmó a sus discípulos que el Espíritu Santo, el Consolador,
1.      les enseñaría todas las cosas (Jn 14:26)
2.      les recordaría todo lo que él les había enseñado (Jn. 14:26) y,
3.      los guiaría a toda la verdad (16:13-14).

Y esto se cumplió, pues una vez que Jesús ascendió al cielo, y una vez que el Espíritu Santo descendió el día de Pentecostés, éste comenzó a recordar, enseñar y guiar[14] a los apóstoles en todo cuanto fueron enseñados por su maestro Jesús (Jn. 16:13,14) y, también les revelaba todo aquello de lo cual llegó a ser el Nuevo Testamento.    De allí que los escritos redactados por sus discípulos fueran especialmente revelados y guiados por el Espíritu Santo, y tenidos también como la última y definitiva revelación de Dios al hombre.   Por tanto, podemos hablar de las Escrituras o Santa Biblia como la verdadera y definitiva Palabra de Dios.   Esto significa que la revelación fue de carácter especial, espiritual y no natural como al revelarse Dios a través de las cosas hechas.   Esto nos indica que la revelación natural o general es limitada. No podemos, a través de la revelación natural, conocer acerca de Dios de manera profunda, como sí lo podemos hacer a través de la revelación especial, esto es, Dios mismo comunicándose de modo personal al hombre y dando a conocer su naturaleza, su forma de ser, sus atributos, su PERSONALIDAD a través de Jesucristo en quien tenemos la misma imagen de Dios, esto es, su misma naturaleza, y también a través de su Palabra escrita.

Se ha de tener cuidado con el subjetivismo religioso –surgido en Estados Unidos en 1900– que se ha venido desarrollando.   Este tipo de subjetivismo pretende recibir revelaciones de Dios de modo especial, del tipo profético o apostólico.   Las supuestas experiencias revelatorias que se ven dentro de este tipo de movimiento, sin mencionar a ninguno en particular, son alimentados por diversos factores, entre estos tenemos: manipulación psicológica y emocionalismo, adecuación del lugar de reunión, etc.  

Ha de mencionarse que las profecías, que eran básicamente un tipo de revelación especial, concluyeron una vez  terminada la redacción de los libros que la iglesia vendría a confirmar de divina inspiración por la autoridad inherente en cada escrito.   Una vez muertos los apóstoles, se cerró dicho período, la revelación había terminado.  
Algunos aplican 1Corintios 13:10[15] para justificar sus “revelaciones proféticas”, aduciendo que cuando el texto afirma: “cuando venga lo perfecto... acabará”, el texto está afirmando       –dicen– que dichas revelaciones aún no han concluido, pues lo perfecto, que es Cristo aún no ha venido.   Sin embargo, el texto no afirma semejante cosa.   Cristo no es lo perfecto[16], Cristo es el Perfecto o Aquel quien es perfecto. La construcción gramatical tanto en griego como en español referente a la palabra “perfecto” está en neutro, refiriéndose en semejante caso a una cosa y no a una persona.   Cristo no es una cosa, Cristo es una persona.   Si se hubiese referido a Cristo, entonces no se hubiese puesto el artículo neutro “lo”, en griego: τό τέλειον[17] (to téleion).   Esta es la misma palabra para referirse a una persona, pero, sin artículo neutro; note los siguientes pasajes –particularmente en el texto Griego: Ef, 4:13, Col. 1:28; Stg. 3:2.   Por tanto, el subjetivismo religioso no tiene base.    
Otros apelan al aspecto literario, afirmando que de acuerdo al contexto del capítulo 13 Pablo se refería al amor, pues, el apóstol básicamente les está diciendo que aún son una iglesia que les falta mucho por madurar para experimentar aquello perfecto que les anima a alcanzar, esto es, el amor.  Razón por la cual, en tanto no alcancen dicha perfección (madurez, amor) continuarán necesitando de los dones de revelación y lenguas, los cuales cesarán cuando alcancen su madurez[18].   Si el argumento fuese real, entonces, en muchas de nuestras iglesias–por no decir en todas– se verían dichos carismas tal cual verdaderamente los presenta el Nuevo Testamento, particularmente Hechos y la epístola a los Corintios.   Sin embargo, semejante cosa no acontece ni acontecerá, pues realmente lo perfecto (la Palabra revelada en las páginas del Nuevo Testamento) ya vino, y por tanto, tales dones no son necesarios, y cesaron a finales del primer siglo.   No estoy diciendo que Dios y su Espíritu no tengan poder, pues Dios es el mismo de ayer, hoy y siempre, pero esos carismas tuvieron y cumplieron su propósito, por lo cual cesaron.   La Biblia, la Palabra de Dios es lo Perfecto.   No hay cosa más perfecta sobre la faz de la Tierra que la Palabra de Dios revelada en la Biblia.   Los hermanos del primer siglo conocían en parte, o sea, el Antiguo Testamento, por lo cual era necesario profetizar aquello que era aplicativo a la iglesia y que no estaba escrito en el Antiguo Testamento, y predicarlo si era necesario  aún en otros idiomas.   Pablo, por ejemplo, ya estaba redactando una carta que tiempo después vendría a ser recibida y considerada como Escritura, en el mismo rango de aceptación autoritativa que los escritos del Antiguo Testamento.   Ya para finales del primer siglo, Pedro deja sentado que los Escritos de Pablo son tan Escrituras como los del Antiguo Testamento, esto es, con el mismo rango y autoridad divina de aquellos.   Lo perfecto ya lo tenemos; no necesitamos de los dones especiales o temporales para sentir la presencia de Dios con nosotros y en nosotros.  

Continuaré mejorando y ampliando el presente material, su hermano: Guillermo Domínguez.



[1] Al considerarlas, ha de tenerse en cuenta que ambas están íntimamente ligadas. No hay revelación sin inspiración. Ha de tenerse en cuenta que el mensaje revelado por Dios al profeta, una vez salido de la mano y de la boca de éste último, es mensaje inspirado por Dios.  
[2] La palabra: inspiración, que tenemos en nuestras biblias en castellano viene del latín: inspiro : in = dentro; spiro: soplar. Inspiro = soplar en, dentro, comunicar. DICCIONARIO ILUSTRADO LATINO-ESPAÑOL, ESPAÑOL-LATINO, Bajo la dirección del R.P. José María Mir. Décima Edición, 1973, Edit. SPES, BIBLIOGRAF, Barcelona. 1973.  La palabra fue utilizada por Jerónimo para traducir el término griego:  Θεόπνευστος, φερόμενοι en su traducción Vulgata Latina.   Visto así, entonces, inspiración significaría literalmente: soplar dentro; indica la acción de Dios al soplar dentro del hombre su Espíritu Santo para llevarlo y guiarlo en la labor predicativa-redaccional de su palabra, en palabras de hombre. (omnis scriptura divinitus inspirata et utilis ad docendum ad arguendum ad corrigendum ad erudiendum in iustitia ut perfectus sit homo Dei ad omne opus bonum instructus. 2Tim. 2:16,17;  2Ped. 1:21 non enim voluntate humana adlata est aliquando prophetia sed Spiritu Sancto inspirati locuti sunt sancti Dei homines).   Para entenderlo un poco mejor hay dos palabras en el idioma griego de las cuales se traduce inspiración: ferómenoi (φερόμενοι = llevados) y teópneustos (Θεόπνευστος = soplar, exhalar, viento).   La primera indica la influencia de Dios sobre los escritores para  llevarlos e impulsarlos  a redactar de acuerdo a las circunstancias presentadas.   La segunda tiene que ver con la exhalación o soplo de Dios sobre los redactores sagrados.   Esto pondría a la Biblia como la obra producida por el soplo de Dios, dándole con ello autoridad, confiabilidad e infabilidad por cuanto movida y guiada por su Espíritu.   Esto confirmaría el dicho de Jesús: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.   Esto marca la diferencia entre lo escrito en la Biblia y lo escrito en cualquier otro documento.    Existe una tercera palabra que no necesariamente es traducida por inspiración, pero implica lo antes definido, esta es:  jodegós (οδηγός = el guía).   Con ella se indica la función del Espíritu Santo como el que guía.   Jesús en el Evangelio de Juan habla del Espíritu Santo como aquél que los guiaría a toda la verdad “…el Espíritu de verdad, él os guiará (jodegós) a toda la verdad” (Jn. 16:13).   Esto indica que todo cuanto fue escrito estuvo guiado, supervisado y permitido por el Espíritu Santo.   Por tal razón debemos confiar únicamente en la Biblia como palabra autoritativa, confiable e infalible por cuanto palabra de Dios, y digna de obedecer para vida eterna.

[3] Φερόμενοι: nominativo, plural masculino= llevar (llevados), participio presente pasivo, traer, cargar, arrastrar, soportar, producir, revise las significaciones contextuales en: Mt 14:11(x2),18; 17:17; Mc 1:32; 2:3; 4:8; 6:27,28; 7:32; 8:22; 9:17, 19,20; 11:2,7; 12:15,16; Concordancia Analítica Greco-Española del Nuevo Testamento Greco-Español, por J. Stegenga y Alfred Tuggy; Concordancia Manual y Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento, Por: Pedro Ortiz, V., S.J. 1997; Novum Testamentum Graece, Nestle-Aland,  editione vicesima septima revisa, 1999.

[4] οδηγός, Nominativo, singular masculino = el guía. En el Evangelio de Jn. 16: 13,14. la palabra οδηγός  está declinada de la siguiente manera: οδηγέσει: 3 persona singular, futuro de indicativo activo, indicando con ello una acción continua, lineal, o sea que, la acción del Espíritu Santo no sería de un momento, sino, de carácter constante en el recuerdo, predicación y redacción del mensaje de Dios a través de los apóstoles y otros escritores del Nuevo Testamento.  Ibid. J. Stegenga y Alfred Tuggy; Nestle-Aland, Novum Testamentum Graece, Ibid.
[5] Por ejemplo, compare algunos pasajes que componen el llamado problema sinóptico: Mt. 6:9-13 con el de Lucas 11:2-4 de la Versión Hispano Americana la cual está conforme al texto Novum Testamentum Graece Nestle-Aland:  “Y  Él les dijo: Cuando oréis, decid:“Padre, santificado sea tu nombre.   Venga tu reino.   “Danos hoy el pan nuestro de cada día.   “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben.   Y no nos metas en tentación. ”   Al leerlo notará la grande diferencia con el texto de Mateo.   ¿Hubo equivocaciones de parte del autor sagrado? No. Antes que contradicciones, estas diferencias tienen que ver con el propósito teológico, literario e histórico del Autor. Compare otros pasajes: Mt. 5:3 con Lucas 6:20; Mt. 5:6 con Lucas 6:21; Mt. 5:11 con Lucas 6:22; Marcos 3:29 con Mt. 12:32; Marcos 4:11 con Mt. 13:11; Marcos 6:8 con Mateo 10:9,10; Mt. 10:32 con Lc. 12:8; Mt. 11:12 con Lc. 16:16; Mt. 12:28 con Lc. 11:20; Mt. 13:19 con Mr. 4:14 y Lc. 8:11. Para una explicación detallada consulte: George E. Ladd, “Crítica del Nuevo Testamento”, pp. 94-96. Realmente, el autor echó mano de su entorno para sacar sus objetivos y en base a ellos redactar su evangelio, que pese a diferenciarse de otros en algunos pasajes, más bien realzan su veracidad en cuanto a su independencia literaria, teológica e histórica.
[6] Los eruditos en griego han encontrado faltas de carácter sintáctico-gramatical, como por ejemplo: Marcos, 2 Pedro y Apocalipsis están cargados de construcciones sintácticas muy pesadas –dice Ladd–.   Algunos incrédulos, en base a ello, han querido menguar autoridad a la Biblia, aduciendo que la Biblia es un libro lleno de errores, y que no puede ser palabra de Dios con tan semejantes errores, no siendo, entonces, digna de confianza.  Sin embargo, tales errores de carácter sintácticos-gramaticales, no restan valor a las verdades expresadas en el escrito, siendo entendido semánticamente el verdadero mensaje e intención del texto.   Muchas veces los errores son de omisión o de adición. Pero en ninguna manera afecta el mensaje central del pasaje. Para una mejor explicación Véase: La Palabra de Dios, Cómo nos llegó la Biblia, por: Neil R. Lightfoot; Critica del Nuevo Testamento, por George E. Ladd, pág. 19 ; “Reseña Crítica de una Introducción Crítica al Antiguo Testamento”, por Gleason L. Archer.
[7] Dios se reveló de muchas maneras a los hombres en el A.T.   Habló de modo oral, iniciando desde Adán. Luego en la línea de comunicación tenemos a hombres como a Noé, Abraham, Isaac y Jacob, José, Moisés y luego los demás profetas. Con Moisés tenemos ya los primeros documentos que se considerarían sagrados. Éste recogería –guiado por el Espíritu Santo– toda la tradición histórica sobre el origen y caída del hombre, los portentos que Dios había hecho para sacar a su pueblo de Egipto y todo lo que aconteció en el desierto durante los cuarenta años. Para los primitivos hebreos no les fue difícil aceptar sus escritos como sagrados, pues los escribió Moisés quien había hablado cara a cara con Dios. La historia de lo narrado aún estaba fresca en sus mentes. Con el transcurso del tiempo fueron saliendo escritos de diferentes hombres, incluso, escritos que son mencionados en el A.T. pero que no tenemos más noticias sino a modo de referencia: “Libro de las batallas de Yahvé” Núm. 21:14,15; “Libro de Yacer o el justo Jos. 10:13; 2Sam. 1:18; “Historia del profeta Natán”, “Visiones del vidente Iddo” 2Crón. 9:29; “Libro de la historia de Salomón” 1Rey. 11:41; “Libro de las crónicas de los reyes de Judá” 1Rey. 15:7; “Libro de Yahvé” Is. 34:16) . Detrás de ello, siempre el Espíritu Santo iba guiando a los escritores sagrados para tomar aquellos materiales de utilidad histórico-salvífico –como se ve en la lectura de cada porción bíblica citada–, pero en el proceso, obviamente fue desechado todo aquello que no se consideró digno de confianza, razón por lo cual no se conservaron.
[8] Θεόπνευστος: Nominativo singular masculino; de Θεός = Dios  πνέω = soplar, exhalar, viento; 2Ti 3:16; Mt 7:25,27; Lc 12:55; Jn 3:8; 6:18; Hch 27:40; Ap 7:1. La palabra pnéo viene del jónico antiguo,  πλείω = llenar.   J. Stegenga y Alfred Tuggy , Ibid., Nestle-Aland, Novum Testamentum Graece, Ibid.
[9] Del griego αποκαλύψσις  = revelar, descubrir algo.
[10] Si recordamos a Aristóteles, siglos atrás ya había meditado acerca de la existencia de una causa incausada y causa de todas las causas, llegando a definir que esta causa incausada es Dios. De la misma manera Aristóteles pensó acerca del motor inmóvil y motor de todo lo móvil. Si bien, la definición y concepto que se tenía acerca de Dios aún era imperfecto, con todo, habían llegado a la afirmación de la existencia de Dios.
[11] Hch. 17:28 La RV95 Edición de estudio cita al poeta Arato en su poema “Fenómenos”, siglo III a.C. como el autor del dicho que expresa Pablo respecto al poeta de ellos.
[12] Como dije con anterioridad, si bien Jesús es la última y definitiva revelación de Dios al Hombre, no obstante, sus palabras debían perdurar para siempre, y estas fueron inmortalizadas a través de los escritos de sus discípulos acerca de la vida y enseñanzas de su maestro y Señor Jesús. Él mismo les dijo que cuando viniera el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviaría, él les enseñaría todas las cosas y les recordaría todo lo que él les había enseñado : Jn. 14:26. También en Jn 16:13 Jesús afirma que el Espíritu de Verdad, les estaría guiando a toda la verdad, indicando con ello que sus palabras y las de su Padre estarían también en la mente y los labios de sus discípulos y, por ende, en los escritos de éstos.
[13] No significa que Jesús y el Padre sean la misma persona. Son iguales en cuanto a naturaleza, poder, gloria y majestad, pero distintos en cuanto a personalidad. La persona del Padre es una, y la persona del Hijo otra, aunque consubstanciales en naturaleza. Al decir Jesús que quien lo había visto a él, también había visto al Padre, lo dice en el sentido de naturaleza, amor, actitudes, sentimientos, gloria y poder, pero no en personalidad.
[14] Es de importancia notar la confirmación que del griego se hace acerca de la palabra castellana usada en Jn 16:13 para indicar: guiar, conducir. Esta viene del verbo: οδηγέω.    Ello resalta el papel del Espíritu Santo como Guía de los escritores sagrados en su labor redactora predicativa, en lo cual también se destaca de manera tácita su personalidad. El fue el guía, el que condujo a los apóstoles a no fallar en la labor predicativa acerca de su Señor. Esto fortalece la idea de la inspiración y de la palabra usada por Pedro en 2 Ped. 1:21 φερόμενοι para indicar que ellos fueron llevados por el Espíritu Santo a hablar el mensaje de Dios.  Nótese algunos versos donde es usado οδηγέω para indicar la acción de guiar: Mt 15:14; Lc 6:39; Jn 16:13; Hch 8:31; Ap 7:17. La acción misma aplicada al Espíritu Santo como agente activo indica indiscutiblemente su personalidad. Véase también   οδηgός (guía, jefe) y sus respectivos pasajes: Mt 15:14; 23:16,24; Hch 1:16; Rom 2:19. Con todo, recuérdese que el Espíritu Santo también permitió al escritor usar sus propios recursos, sean intelectual-literarios o, histórico-circunstanciales.
[15] 1Cor. 13:10  ‘όtan de elqh to teleion, to ek merouV katarghqhsetai. Nestle-Aland, Novum Testamentum Graece, Ibid.
[16] La palabra griega para: “perfecta, perfecto, completa”, en este contexto es: τέλειον, la cual es un Nominativo, acusativo singular neutro; se aplica en Rom. 12:2; 1Cor. 13:10; Stg. 1:4,17. La misma palabra se utiliza, pero sin artículo neutro, para referirse a personas: τέλειον = acusativo singular, masculino = perfecto, perfecta, como se ve en: Ef, 4:13, Col. 1:28; Stg. 3:2, pero sin artículo neutro.
[17] Nestle-Aland, Novum Testamentum Graece, Ibid.
[18] Esto significaría que en tanto una congregación no alcance dicha perfección (madurez, amor) continuarán necesitando de los dones de revelación y lenguas, los cuales cesarán cuando alcancen su madurez.   Y por cuanto muchas congregaciones cristianas   –por no decir todas – aún no han alcanzado la perfección, la madurez,  entonces, deberían aún hablar en lenguas, profetizar o tener otro don especial mencionado en Corintios, sin embargo, no se ve a ninguna iglesia tener esos carismas, verdaderamente.   Lo que se puede ver es emocionalismo, manipulación psicológica, y charlatanería.   Dios, en cambio, demanda de nosotros los frutos del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe mansedumbre, templanza; contra tales cosas no has ley” (Gál. 5:22).