Por: Guillermo Antonio Domínguez Jyba
Inspiración[2]:
Es la influencia de Dios a través del Espíritu Santo sobre los hombres que de
antemano él escogió, al moverlos y guiarlos a escribir su revelación de acuerdo
a las circunstancias socioculturales, políticas y espirituales en las cuales
ellos o sus destinatarios vivían, a fin de darles a conocer su voluntad para la
salvación de la humanidad. (note explicación en página dos).
Puesto que la inspiración tiene que ver con la motivación
ejercida por Dios a través del Espíritu Santo sobre aquellos hombres que de
antemano él escogió, se entiende, entonces, la razón por la cual el Apóstol escribe:
“...porque nunca la profecía fue
traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo
inspirados por el Espíritu Santo” (2Ped 1:21). Aquí Pedro utiliza
la palabra griega: φερόμενοι[3] (ferómenoi = llevados) para indicar la influencia
ejercida del Espíritu Santo sobre los profetas u hombres de Dios al revelar su
palabra. El término griego tiene la
significación de: llevar, traer, cargar,
arrastrar, soportar, producir. Con ello
se quiso decir que se ejerció una acción (sobre natural) de empuje, arrastre y
soporte sobre los escritores a través del Espíritu Santo, aunque permitiendo
escribir de acuerdo a sus capacidades y propósitos propios del autor como se
observa en el contexto histórico mismo de cada escrito, ubicados en un
espacio-tiempo-cultural específico. Los hombres de Dios fueron sujetos pasivos
(no en cuanto a que les fuera dictada la palabra, sino en cuanto a que les era
recordada la sana doctrina para escribirla de acuerdo a las circunstancias
presentadas); el Espíritu Santo fue el sujeto activo al llevarlos o moverlos a
hablar o escribir. La palabra griega
antes mencionada es un participio presente pasivo, indicando que la acción era
ejercida sobre la voluntad de los escritores para hablar o escribir el mensaje divino.
Siendo así, entonces el texto diría: “Los
hombres de Dios hablaron siendo llevados o movidos por el Espíritu Santo”,
indicando con ello que él los motivó a escribir, llevó sus voluntades para
expresar, sea de modo oral o escrito, aquello que se les estaba revelando, y
los guió para que no falsearan la palabra revelada, dando así autoridad al
mensaje acabado. Fue justamente lo que Jesús les infirió en Jn. 14:26 y 16:13
al decir que el Espíritu Santo:
- les enseñaría todas las cosas,
- les haría recordar todo lo enseñado y,
- que los guiaría a toda la verdad.
El
espíritu Santo vendría a ser el ‘οδηγός[4] (jodegós), el guía
de los discípulos, el que los guiaría a toda la verdad. Esta palabra usada por Jesús respecto a la
labor del Espíritu Santo realza la acción sobre natural de éste sobre los
apóstoles en su labor escriturística. De
esta manera, lo que escribirían sería la expresión del pensamiento de Dios,
dichas en palabras de hombre[5]. Con esto en mente, podemos afirmar que ser
inspirado desde la perspectiva bíblica fue: ser llevado, movido y guiado por
el Espíritu Santo a hablar y escribir la palabra de Dios en palabras de
hombres, llevando si, el sello autoritativo del Espíritu de Dios en cuanto a
unidad de mensaje se refiere. Eso
fue lo que les aconteció a los escritores bíblicos.
Por ejemplo, en el caso de
Lucas, Dios motivó y guió a éste para que investigara cuidadosamente lo
concerniente a la vida y obra de Jesús y escribiera en sus propias palabras lo
recabado en sus investigaciones, quedando así la redacción final del Evangelio
que lleva su nombre. El mismo
procedimiento seguiría al escribir el libro de Hechos. Lucas fue testigo ocular de casi la mayor
parte de las cosas que narra en su libro, y en las que no, entonces investigó y
escribió. Detrás de todo ello estaba
Dios, moviéndolo a investigar, escribir y, guiándolo con su Espíritu para que
no se cometieran errores[6],
manteniendo así el sello de autoridad divino sobre lo escrito por su
inquebrantable unidad temática y doctrinal (no contradicción). Lo mismo ocurrió en la formación del Antiguo
Testamento[7].
Los
documentos del A.T. y del N.T. salieron de circunstancias particulares, sea de
un individuo como de una comunidad; Dios, sin embargo, estaba al tanto de ello,
siendo partícipe de su historia. Éste
inspiraba, o sea, movía la voluntad de ciertos individuos para que escribieran
soluciones a las problemáticas de la comunidad de fe guiados por el E.S. Por ejemplo, en el caso de la primera carta
a los Corintios, alguien envía noticias a Pablo acerca de las cosas que estaban
aconteciendo allí. Desde la perspectiva
meramente humana, podríamos decir que Pablo escribe porque los hermanos le
piden ayuda, sin embargo, no es sólo así. Pablo al escribir está consiente al
igual que los demás escritores, que lo que escribirá, será guiado o iluminado,
inspirado –no dictado– por el Espíritu Santo, por la sabiduría de lo alto, para
dar respuestas pertinentes a las necesidades espacio-tiempo-culturales y,
quedando también estas respuestas como elementos divinos de aplicación
permanente (1Cor. 2:6-16; 1Tes. 2:13; 2Tes. 2:15; Col. 4:16; 2Ped. 3:15-16;
1:20,21). Estos pasajes nos demuestran
el grado de conciencia que los escritores tenían respecto a la inspiración
divina de sus escritos: Eran y son palabra de Dios (1Tes. 2:13).
La
inspiración no debe entenderse como si Dios utilizó al hombre como su
secretario a quien dictaba palabra por palabra lo que él quería decir, en
ninguna manera, aunque si bien es cierto, en algunos momentos los profetas de
Dios tuvieron que expresar literalmente la palabra o mensaje del Señor al
decir: “Así dice el Señor: ...” (2Reyes 20:1, 5,6; Jer. 31:1 y ss.); no
fue, sin embargo, la regla general. Dios permitió que los hombres pudieran
expresar su menaje en el lenguaje y estilo propios, estilos de acuerdo a la
formación académica e intelectual del hagiógrafo. Aún en nuestras biblias en castellano se
diferencia el estilo y lenguaje de ciertos autores sagrados en su vocabulario y
forma de decir las cosas; algunos fueron escritos con estilos muy simples,
otros más elegantes; unos con vocabulario muy rico, otros con vocabularios muy
limitado; un ejemplo clásico lo tenemos en Amós, quien siendo básicamente un
hombre de campo, un hombre que cuidaba del ganado, utiliza un lenguaje de
acuerdo a su formación y medio de vida, él mismo dice de sí: “soy boyero y
recojo los higos silvestres”; “Jehová me tomó de detrás del ganado, y me
dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel”; “Oíd esta palabra, vacas de Basán,
...”. Compárelo con Isaías y Romanos.
La
inspiración es la que da autoridad a los escritos bíblicos. Estos llevan el sello inconfundible del
Espíritu Santo: su verdad, sin contradicción con ninguno de los escritos asumidos
también como inspirados. Hay otros
pasajes que afirman la inspiración de las Escrituras: Mat. 22:43; Jn. 14:
25;16:13-15; 2Ped. 1:21; 2Tim. 3:16.
Otra palabra que también es usada
en el Nuevo Testamento es:
Θεόπνευστος[8] (theópneustos), que al igual que la otra, es una
palabra compuesta y significa: soplo de Dios, viento de Dios.
Esta es
utilizada por Pablo en 2Timo 3:16 al hablar de las Escrituras inspiradas por
Dios. Con ello Pablo estaba indicando la influencia sobre natural del Espíritu
Santo en la acción reveladora de su Palabra. La idea es que Dios expira o exhala su
Espíritu de sí, e inspira (sopla dentro) en la mente del hombre su divina revelación de acuerdo a las circunstancias en que éste y para quien éste escribe.
El hombre es sujeto pasivo; Dios, es sujeto activo en tanto que ejerce su poder
sobre el hombre para escribir y guiarlo a toda la verdad.
La Revelación[9]. Esta procede del
latín: revelatio, que indica develar algo, descubrir, en el sentido de quitar
una sábana de algo, dejándola al descubierto.
En el hebreo la palabra para revelar es: galah = estar desnudo,
descubierto. Otro concepto para definir
la revelación es: phaneroo = manifestar, exponer. Así, en el sentido de la revelación, la
palabra implica el quitar algo dejándolo al descubierto. En el Nuevo Testamento, la palabra para
revelación es αποκαλυψσις, la cual detona la misma significación: develar, revelar
algo. Así, la revelación es el actuar
de Dios para darse a conocer a su criatura, el ser humano. Es el acto comunicativo a través del cual
revela aquello que le place de sí, aquello que el ser humano puede entender de
su creador. Siendo así, la comunicación
es inmanente, por cuanto el creador se baja al nivel de entendimiento de su
criatura por puro amor. Su actuar
inmanente, en ningún momento hace dejar de ser trascendente su ser.
- Son los actos a través
de los cuales Dios se da a conocer al hombre, actos sin los cuales, sería
imposible conocer a Dios, pues el efecto no puede ser mayor que la causa;
Dios es trascendente, pero se vuelve inmanente a fin que su criatura le
conozca.
- Esta revelación se ha proyectado a través de la
creación, los profetas y sus escritos, y a través de su máxima revelación:
la persona de nuestro Señor Jesucristo, quien al encarnarse en el vientre
de María y hacerse hombre, dio a conocer al Padre, habitando en Jesús la
plenitud de la Divinidad (Jn. 1:1,14; Col 2:9).
- Dios se ha revelado a sí mismo en una dimensión
dinámico-histórico-personal, tanto en el A.T. como en el N.T. Dios no es pasivo, ni indiferente ante
los problemas de su criatura caída.
Dios ha actuado de muchas maneras a favor del hombre en su miseria
de caído. Se ha insertado en la
propia historia del hombre, desde el Antiguo Testamento y más
personalmente en la dispensación del Nuevo Pacto a través de Jesucristo
quien es la imagen misma de su sustancia.
- Él ha revelado su voluntad en cuanto a lo que
quiere para con su pueblo y la humanidad completa: Dios quiere salvar al
hombre, y dio el medio para que éste pueda ser salvado: creyendo de una
manera dinámica en la persona de su Hijo Jesucristo, el único camino al
Padre.
Por
cuanto Cristo es la última revelación de Dios, y por cuanto él ya no está
físicamente con nosotros para guiarnos, él dejó, entonces, al Espíritu Santo
para que guiara y llevara a toda la verdad a los Apóstoles que él escogió y a
sus discípulos, para que éstos, inspirados por el Espíritu Santo escribieran su
enseñanza y aquello que Dios continuaría revelando a través del Espíritu, en
tanto estos hombres –testigos oculares de Cristo– vivieran, dando a conocer su
voluntad de manera escrita de una vez para siempre. Sin embargo, una vez muertos los apóstoles y
discípulos que anduvieron con Jesús, o aquellos que fueron discípulos de los
apóstoles (Juan Marcos, Lucas, Santiago, Judas) luego de redactar los escritos
para la Iglesia ,
dicha revelación e inspiración concluyó.
A partir de allí no hay más revelación ni inspiración. Todo lo que el
hombre necesite saber respecto a la voluntad de Dios para la salvación del
mismo hombre, se encuentra redactado en las páginas de la Biblia , especialmente las
del Nuevo Testamento.
Dos
tipos de revelación:
- Revelación natural. Este tipo de revelación se refiere
a la manera en que Dios se ha revelado a través de la naturaleza, el
cosmos, el universo, su creación.
El Apóstol San Pablo al escribir a la iglesia de Roma, y disertando
acerca de la culpabilidad e inexcusabilidad de los gentiles ante Dios,
dice que éste se ha revelado a través de su creación. Su eterno poder y deidad ha sido
demostrado a través de las cosas hechas, por lo cual eran inexcusables
(Rom. 1:18 ss). Los gentiles, pese a que no habían recibido ninguna
revelación especial de Dios a través de algún profeta o escritos a
diferencia de los judíos, no tenían excusa, pues la razón misma, la lógica
humana, el sentido común los llevaba a pensar en la existencia
indiscutible de un creador de cosas tan grandes y perfectas como la
creación. Pablo infiere lo
irrazonable de pensar que las cosas hechas, la creación misma no tenga un
creador[10]. Cuando Pablo discute en el areópago de
Atenas con los Epicúreos y Estoicos ante los griegos, él les dice que Dios
no se ha dejado sin testimonio.
También les cita
las palabras de uno de sus poetas al decir que “linaje
suyo (de la Deidad )
somos” (refiriéndose a ellos)[11].
- Revelación Especial. Esta revelación se dio
de varias maneras como dice el mismo escritor a los Hebreos: “Dios habiendo hablado muchas veces y de
muchas maneras en otros tiempo a los padres por los profetas, en estos
últimos días nos ha hablado por el Hijo,...”. Dios se revelaba de modo especial a
través de cada hombre que expresaba la frase: “y dijo Dios” o “vino
palabra de Jehová”: Ex. 4:28;19:6,7; 20:1-17; 24:3; Núm. 3:16,39,51;
11:24; 13:3; Deut. 2:2,17; 5:5-22; 29:1-30:20. El autor da a conocer que la revelación
de Dios fue multiforme. El reveló su palabra, su voluntad a través de
- los patriarcas,
- los profetas
- sus escritos,
Jesús respondió a Felipe
cuando éste le pidió que le mostrara al Padre: “tanto tiempo hace que estoy
con vosotros y no me has conocido Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al
Padre”[13] (Jn.
14:8,9).
2.
Su testimonio a través del elemento predicativo y
redaccional, sea de los Apóstoles o de
aquellos discípulos apostólicos movidos todos por el Espíritu Santo:
§
Jesús afirmó a sus
discípulos que el Espíritu Santo, el Consolador,
1.
les enseñaría
todas las cosas (Jn 14:26)
2.
les recordaría
todo lo que él les había enseñado (Jn. 14:26) y,
3.
los guiaría a
toda la verdad (16:13-14).
Y esto se cumplió, pues una vez que Jesús ascendió al
cielo, y una vez que el Espíritu Santo descendió el día de Pentecostés, éste
comenzó a recordar, enseñar y guiar[14]
a los apóstoles en todo cuanto fueron enseñados por su maestro Jesús (Jn.
16:13,14) y, también les revelaba todo aquello de lo cual llegó a ser el Nuevo
Testamento. De allí que los escritos
redactados por sus discípulos fueran especialmente revelados y guiados por el
Espíritu Santo, y tenidos también como la última y definitiva revelación de Dios
al hombre. Por tanto, podemos hablar de
las Escrituras o Santa Biblia como la verdadera y definitiva Palabra de
Dios. Esto significa que la revelación
fue de carácter especial, espiritual y no natural como al revelarse Dios a
través de las cosas hechas. Esto nos indica que la revelación natural o general es
limitada. No podemos, a través de la revelación natural, conocer acerca de Dios
de manera profunda, como sí lo podemos hacer a través de la revelación
especial, esto es, Dios mismo comunicándose de modo personal al hombre y dando
a conocer su naturaleza, su forma de ser, sus atributos, su PERSONALIDAD a
través de Jesucristo en quien tenemos la misma imagen de Dios, esto es, su
misma naturaleza, y también a través de su Palabra escrita.
Se ha
de tener cuidado con el subjetivismo religioso –surgido en Estados Unidos en
1900– que se
ha venido desarrollando. Este tipo de subjetivismo pretende recibir
revelaciones de Dios de modo especial, del tipo profético o apostólico. Las supuestas experiencias revelatorias que
se ven dentro de este tipo de movimiento, sin mencionar a ninguno en
particular, son alimentados por diversos factores, entre estos tenemos:
manipulación psicológica y emocionalismo, adecuación del lugar de reunión, etc.
Ha de
mencionarse que las profecías, que eran básicamente un tipo de revelación
especial, concluyeron una vez terminada
la redacción de los libros que la iglesia vendría a confirmar de divina
inspiración por la autoridad inherente en cada escrito. Una vez muertos los apóstoles, se cerró
dicho período, la revelación había terminado.
Algunos
aplican 1Corintios 13:10[15]
para justificar sus “revelaciones proféticas”, aduciendo que cuando el texto
afirma: “cuando venga lo perfecto... acabará”, el texto está afirmando –dicen–
que dichas revelaciones aún no han concluido, pues lo perfecto, que es Cristo
aún no ha venido. Sin embargo, el texto
no afirma semejante cosa. Cristo no es
lo perfecto[16],
Cristo es el Perfecto o Aquel quien es perfecto. La construcción gramatical
tanto en griego como en español referente a la palabra “perfecto” está en
neutro, refiriéndose en semejante caso a una cosa y no a una persona. Cristo no es una cosa, Cristo es una
persona. Si se hubiese referido a
Cristo, entonces no se hubiese puesto el artículo neutro “lo”, en griego: τό τέλειον[17] (to
téleion). Esta es la misma palabra para referirse a
una persona, pero, sin artículo neutro; note los siguientes pasajes
–particularmente en el texto Griego: Ef, 4:13, Col. 1:28; Stg. 3:2. Por tanto, el subjetivismo religioso no
tiene base.
Otros
apelan al aspecto literario, afirmando que de acuerdo al contexto del capítulo
13 Pablo se refería al amor, pues, el apóstol básicamente les está diciendo que
aún son una iglesia que les falta mucho por madurar para experimentar aquello
perfecto que les anima a alcanzar, esto es, el amor. Razón por la cual, en tanto no alcancen dicha
perfección (madurez, amor) continuarán necesitando de los dones de revelación y
lenguas, los cuales cesarán cuando alcancen su madurez[18]. Si el argumento fuese real, entonces, en
muchas de nuestras iglesias–por no decir en todas– se verían dichos carismas
tal cual verdaderamente los presenta el Nuevo Testamento, particularmente
Hechos y la epístola a los Corintios.
Sin embargo, semejante cosa no acontece ni acontecerá, pues realmente lo
perfecto (la Palabra
revelada en las páginas del Nuevo Testamento) ya vino, y por tanto, tales dones
no son necesarios, y cesaron a finales del primer siglo. No estoy diciendo que Dios y su Espíritu no
tengan poder, pues Dios es el mismo de ayer, hoy y siempre, pero esos carismas
tuvieron y cumplieron su propósito, por lo cual cesaron. La
Biblia , la
Palabra de Dios es lo Perfecto. No hay cosa más perfecta sobre la faz de la Tierra que la Palabra de Dios revelada
en la Biblia. Los hermanos del primer
siglo conocían en parte, o sea, el Antiguo Testamento, por lo cual era
necesario profetizar aquello que era aplicativo a la iglesia y que no estaba
escrito en el Antiguo Testamento, y predicarlo si era necesario aún en otros idiomas. Pablo, por ejemplo, ya estaba redactando una
carta que tiempo después vendría a ser recibida y considerada como Escritura,
en el mismo rango de aceptación autoritativa que los escritos del Antiguo
Testamento. Ya para finales del primer
siglo, Pedro deja sentado que los Escritos de Pablo son tan Escrituras como los
del Antiguo Testamento, esto es, con el mismo rango y autoridad divina de
aquellos. Lo perfecto ya lo tenemos; no
necesitamos de los dones especiales o temporales para sentir la presencia de
Dios con nosotros y en nosotros.
Continuaré mejorando y ampliando el presente material, su hermano:
Guillermo Domínguez.
[1] Al
considerarlas, ha de tenerse en cuenta que ambas están íntimamente ligadas. No
hay revelación sin inspiración. Ha de tenerse en cuenta que el mensaje revelado
por Dios al profeta, una vez salido de la mano y de la boca de éste último, es
mensaje inspirado por Dios.
[2] La palabra: inspiración, que tenemos en nuestras
biblias en castellano viene del latín: inspiro : in = dentro; spiro: soplar.
Inspiro = soplar en, dentro, comunicar. DICCIONARIO ILUSTRADO LATINO-ESPAÑOL,
ESPAÑOL-LATINO, Bajo la dirección del R.P. José María Mir. Décima Edición,
1973, Edit. SPES, BIBLIOGRAF, Barcelona. 1973.
La palabra fue utilizada por Jerónimo para traducir el término griego: Θεόπνευστος, φερόμενοι en su traducción Vulgata Latina. Visto así, entonces, inspiración
significaría literalmente: soplar dentro; indica la acción de Dios al soplar
dentro del hombre su Espíritu Santo para llevarlo y guiarlo en la labor
predicativa-redaccional de su palabra, en palabras de hombre. (omnis scriptura
divinitus inspirata et utilis ad
docendum ad arguendum ad corrigendum ad erudiendum in iustitia ut perfectus sit
homo Dei ad omne opus bonum instructus. 2Tim. 2:16,17; 2Ped. 1:21 non enim voluntate humana adlata
est aliquando prophetia sed Spiritu Sancto inspirati
locuti sunt sancti Dei homines). Para entenderlo un poco mejor hay dos palabras en el idioma
griego de las cuales se traduce inspiración: ferómenoi (φερόμενοι = llevados) y teópneustos (Θεόπνευστος = soplar, exhalar, viento).
La primera indica la influencia de Dios sobre los escritores para llevarlos e impulsarlos a redactar de acuerdo a las circunstancias presentadas. La segunda tiene que ver con la exhalación o
soplo de Dios sobre los redactores sagrados.
Esto pondría a la Biblia
como la obra producida por el soplo de Dios, dándole con ello autoridad,
confiabilidad e infabilidad por cuanto movida y guiada por su Espíritu. Esto confirmaría el dicho de Jesús: “Las palabras que yo os he hablado son
espíritu y son vida”. Esto marca la
diferencia entre lo escrito en la
Biblia y lo escrito en cualquier otro documento. Existe una tercera palabra que no
necesariamente es traducida por inspiración, pero implica lo antes definido,
esta es: jodegós (‘οδηγός = el guía). Con ella se indica la
función del Espíritu Santo como el que guía.
Jesús en el Evangelio de Juan habla del Espíritu Santo como aquél que
los guiaría a toda la verdad “…el Espíritu
de verdad, él os guiará (jodegós) a toda la verdad” (Jn. 16:13). Esto indica que todo cuanto fue escrito
estuvo guiado, supervisado y permitido por el Espíritu Santo. Por tal razón debemos confiar únicamente en la Biblia como palabra
autoritativa, confiable e infalible por cuanto palabra de Dios, y digna de
obedecer para vida eterna.
[3] Φερόμενοι: nominativo, plural masculino=
llevar (llevados), participio presente pasivo, traer, cargar, arrastrar,
soportar, producir, revise las significaciones contextuales en: Mt
14:11(x2),18; 17:17; Mc 1:32; 2:3; 4:8; 6:27,28; 7:32; 8:22; 9:17, 19,20; 11:2,7;
12:15,16; Concordancia Analítica Greco-Española del Nuevo Testamento
Greco-Español, por J. Stegenga y Alfred Tuggy; Concordancia Manual y
Diccionario Griego-Español del Nuevo Testamento, Por: Pedro Ortiz, V., S.J.
1997; Novum Testamentum Graece, Nestle-Aland, editione vicesima septima revisa, 1999.
[4] ‘οδηγός, Nominativo, singular masculino = el guía. En el
Evangelio de Jn. 16: 13,14. la palabra ‘οδηγός está declinada de la siguiente manera: ‘οδηγέσει: 3
persona singular, futuro de indicativo activo, indicando con ello una acción
continua, lineal, o sea que, la acción del Espíritu Santo no sería de un
momento, sino, de carácter constante en el recuerdo, predicación y redacción
del mensaje de Dios a través de los apóstoles y otros escritores del Nuevo
Testamento. Ibid. J. Stegenga y
Alfred Tuggy; Nestle-Aland, Novum Testamentum Graece, Ibid.
[5] Por ejemplo, compare
algunos pasajes que componen el llamado problema sinóptico: Mt. 6:9-13 con el
de Lucas 11:2-4 de la
Versión Hispano Americana la cual está conforme al texto Novum
Testamentum Graece Nestle-Aland: “Y Él les dijo: Cuando oréis, decid:“Padre,
santificado sea tu nombre. Venga tu
reino. “Danos hoy el pan nuestro de
cada día. “Y perdónanos nuestros
pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación.
” Al leerlo notará la grande
diferencia con el texto de Mateo. ¿Hubo
equivocaciones de parte del autor sagrado? No. Antes que contradicciones, estas
diferencias tienen que ver con el propósito teológico, literario e histórico
del Autor. Compare otros pasajes: Mt. 5:3 con Lucas 6:20; Mt. 5:6 con Lucas
6:21; Mt. 5:11 con Lucas 6:22; Marcos 3:29 con Mt. 12:32; Marcos 4:11 con Mt.
13:11; Marcos 6:8 con Mateo 10:9,10; Mt. 10:32 con Lc. 12:8; Mt. 11:12 con Lc.
16:16; Mt. 12:28 con Lc. 11:20; Mt. 13:19 con Mr. 4:14 y Lc. 8:11. Para una
explicación detallada consulte: George E. Ladd, “Crítica del Nuevo Testamento”,
pp. 94-96. Realmente, el autor echó mano de su entorno para sacar sus objetivos
y en base a ellos redactar su evangelio, que pese a diferenciarse de otros en
algunos pasajes, más bien realzan su veracidad en cuanto a su independencia
literaria, teológica e histórica.
[6] Los eruditos en griego han
encontrado faltas de carácter sintáctico-gramatical, como por ejemplo: Marcos,
2 Pedro y Apocalipsis están cargados de construcciones sintácticas muy pesadas
–dice Ladd–. Algunos incrédulos, en
base a ello, han querido menguar autoridad a la Biblia , aduciendo que la Biblia es un libro lleno de
errores, y que no puede ser palabra de Dios con tan semejantes errores, no
siendo, entonces, digna de confianza. Sin
embargo, tales errores de carácter sintácticos-gramaticales, no restan valor a
las verdades expresadas en el escrito, siendo entendido semánticamente el
verdadero mensaje e intención del texto. Muchas veces los errores son de omisión o de
adición. Pero en ninguna manera afecta el mensaje central del pasaje. Para una
mejor explicación Véase: La
Palabra de Dios, Cómo nos llegó la Biblia , por: Neil R.
Lightfoot; Critica del Nuevo Testamento, por George E. Ladd, pág. 19 ; “Reseña
Crítica de una Introducción Crítica al Antiguo Testamento”, por Gleason L.
Archer.
[7] Dios se reveló de muchas
maneras a los hombres en el A.T. Habló
de modo oral, iniciando desde Adán. Luego en la línea de comunicación tenemos a
hombres como a Noé, Abraham, Isaac y Jacob, José, Moisés y luego los demás
profetas. Con Moisés tenemos ya los primeros documentos que se considerarían
sagrados. Éste recogería –guiado por el Espíritu Santo– toda la tradición
histórica sobre el origen y caída del hombre, los portentos que Dios había
hecho para sacar a su pueblo de Egipto y todo lo que aconteció en el desierto
durante los cuarenta años. Para los primitivos hebreos no les fue difícil
aceptar sus escritos como sagrados, pues los escribió Moisés quien había
hablado cara a cara con Dios. La historia de lo narrado aún estaba fresca en
sus mentes. Con el transcurso del tiempo fueron saliendo escritos de diferentes
hombres, incluso, escritos que son mencionados en el A.T. pero que no tenemos
más noticias sino a modo de referencia: “Libro de las batallas de Yahvé” Núm.
21:14,15; “Libro de Yacer o el justo Jos. 10:13; 2Sam. 1:18; “Historia del
profeta Natán”, “Visiones del vidente Iddo” 2Crón. 9:29; “Libro de la historia
de Salomón” 1Rey. 11:41; “Libro de las crónicas de los reyes de Judá” 1Rey.
15:7; “Libro de Yahvé” Is. 34:16) . Detrás de ello, siempre el Espíritu Santo
iba guiando a los escritores sagrados para tomar aquellos materiales de
utilidad histórico-salvífico –como se ve en la lectura de cada porción bíblica
citada–, pero en el proceso, obviamente fue desechado todo aquello que no se
consideró digno de confianza, razón por lo cual no se conservaron.
[8] Θεόπνευστος:
Nominativo singular masculino; de Θεός = Dios πνέω
= soplar, exhalar, viento; 2Ti 3:16; Mt 7:25,27; Lc 12:55; Jn
3:8; 6:18; Hch 27:40; Ap 7:1. La palabra pnéo viene del jónico antiguo, πλείω = llenar. J.
Stegenga y Alfred Tuggy , Ibid., Nestle-Aland, Novum Testamentum
Graece, Ibid.
[10] Si recordamos a
Aristóteles, siglos atrás ya había meditado acerca de la existencia de una
causa incausada y causa de todas las causas, llegando a definir que esta causa
incausada es Dios. De la misma manera Aristóteles pensó acerca del motor inmóvil
y motor de todo lo móvil. Si bien, la definición y concepto que se tenía acerca
de Dios aún era imperfecto, con todo, habían llegado a la afirmación de la
existencia de Dios.
[11] Hch. 17:28 La RV 95 Edición de estudio cita al
poeta Arato en su poema “Fenómenos”, siglo III a.C. como el autor del
dicho que expresa Pablo respecto al poeta de ellos.
[12] Como dije con
anterioridad, si bien Jesús es la última y definitiva revelación de Dios al
Hombre, no obstante, sus palabras debían perdurar para siempre, y estas fueron
inmortalizadas a través de los escritos de sus discípulos acerca de la vida y
enseñanzas de su maestro y Señor Jesús. Él mismo les dijo que cuando viniera el
Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviaría, él les enseñaría
todas las cosas y les recordaría todo lo que él les había enseñado : Jn. 14:26.
También en Jn 16:13 Jesús afirma que el Espíritu de Verdad, les estaría guiando
a toda la verdad, indicando con ello que sus palabras y las de su Padre
estarían también en la mente y los labios de sus discípulos y, por ende, en los
escritos de éstos.
[13] No significa que Jesús y
el Padre sean la misma persona. Son iguales en cuanto a naturaleza, poder,
gloria y majestad, pero distintos en cuanto a personalidad. La persona del
Padre es una, y la persona del Hijo otra, aunque consubstanciales en
naturaleza. Al decir Jesús que quien lo había visto a él, también había visto
al Padre, lo dice en el sentido de naturaleza, amor, actitudes, sentimientos,
gloria y poder, pero no en personalidad.
[14] Es de importancia notar
la confirmación que del griego se hace acerca de la palabra castellana usada en
Jn 16:13 para indicar: guiar, conducir. Esta viene del verbo: ‘οδηγέω.
Ello resalta el papel del
Espíritu Santo como Guía de los escritores sagrados en su labor redactora
predicativa, en lo cual también se destaca de manera tácita su personalidad. El
fue el guía, el que condujo a los apóstoles a no fallar en la labor predicativa
acerca de su Señor. Esto fortalece la idea de la inspiración y de la palabra
usada por Pedro en 2 Ped. 1:21 φερόμενοι para indicar que ellos fueron llevados por el
Espíritu Santo a hablar el mensaje de Dios. Nótese algunos versos donde es usado ‘οδηγέω para indicar la acción de guiar:
Mt 15:14; Lc 6:39; Jn 16:13; Hch 8:31; Ap 7:17. La acción misma aplicada al
Espíritu Santo como agente activo indica indiscutiblemente su personalidad.
Véase también ‘οδηgός (guía, jefe) y sus
respectivos pasajes: Mt 15:14; 23:16,24; Hch 1:16; Rom 2:19. Con todo,
recuérdese que el Espíritu Santo también permitió al escritor usar sus propios
recursos, sean intelectual-literarios o, histórico-circunstanciales.
[15] 1Cor. 13:10 ‘όtan de elqh to teleion, to ek merouV
katarghqhsetai. Nestle-Aland, Novum Testamentum Graece, Ibid.
[16] La palabra griega para:
“perfecta, perfecto, completa”, en este contexto es: τέλειον, la
cual es un Nominativo, acusativo singular neutro; se aplica en Rom. 12:2; 1Cor.
13:10; Stg. 1:4,17. La misma palabra se utiliza, pero sin artículo neutro, para
referirse a personas: τέλειον = acusativo singular, masculino =
perfecto, perfecta,
como se ve en: Ef, 4:13, Col. 1:28; Stg. 3:2, pero sin artículo neutro.
[17] Nestle-Aland, Novum Testamentum Graece, Ibid.
[18] Esto significaría que en
tanto una congregación no alcance dicha perfección (madurez, amor) continuarán
necesitando de los dones de revelación y lenguas, los cuales cesarán cuando
alcancen su madurez. Y por cuanto
muchas congregaciones cristianas –por
no decir todas – aún no han alcanzado la perfección, la madurez, entonces, deberían aún hablar en lenguas,
profetizar o tener otro don especial mencionado en Corintios, sin embargo, no
se ve a ninguna iglesia tener esos carismas, verdaderamente. Lo que se puede ver es emocionalismo,
manipulación psicológica, y charlatanería.
Dios, en cambio, demanda de nosotros los frutos del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe mansedumbre, templanza; contra tales cosas no has ley” (Gál.
5:22).