miércoles, 12 de junio de 2013

De las cualidades y obra del Evangelista en las Cartas Pastorales Jyba


Por: Guillermo Antonio Domínguez   Jyba
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Efesios 4:11 / 1Tim. 4:16“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; sé diligente en esto, porque si así lo hicieres, a ti mismo te salvarás y a los que te oyen.” 

2Tim. 2:2 “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.”

 

      I.            De sus Cualidades

 

 

  1. Ejemplo de buenas obras (Tito 2:7,8)
  2. En la enseñanza ha de mostrar integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable.
  3. ser ejemplo en: (1Timoteo 4:12)

a.         conducta

b.         amor

c.         espíritu

d.         fe

e.         pureza

  1. Predicador del Evangelio (2 Tim. 4:1-4).

a.         Sobrio en todo

b.         Debe ser evangelizador

c.         Debe cumplir su ministerio

  1. No avergonzarse de dar testimonio de Dios (2Tim. 1:8).
  2. Ocuparse de:

a.         la lectura (1Tim. 4:13).

b.         La exhortación

c.         la enseñanza (1Tim. 4:13).

  1. Debe ser Retenedor de la doctrina tal como ha sido enseñada (2Tim. 1:13; 2:2; Tito 1:9).

a.         Persistente en la doctrina (2Tim. 3:10,14).

 

  1. Procurar presentarse a Dios aprobado, que usa bien la palabra de verdad (2Tim. 2:15; Tito 2:1).
  2. Respetuoso para con todos (1Tim. 5:1-3).
  3. No contencioso (2Tim. 2:24).
  4. Amable para con todos (2Tim. 2:24).
  5. Apto para enseñar (2Tim. 2:24).  Un maestro de la Palabra de Dios.
  6. Debe ser sufrido (2 Tim. 2:3, 24; 3:12; 4:5)
  7. Ser imparcial (1Tim. 5:21).
  8. Restaurador (2Tim. 2:25,26).
  9. No admitir acusación alguna contra un ministro del Señor, a no ser con dos o tres testigos (1Tim. 5:19).
  10. No descuidar el don de Dios (1Tim. 4:14).

 

 

  1. Avivar el fuego del Don de Dios (2Tim. 1:6).
  2. Ejercitarse para la piedad 1Tim 4:7
  3. No enredarse en los negocios de la vida y luchar legítimamente (2Tim. 2:3).   Su vida es un sacerdocio santo, consagrado para el Señor.
  4. Apartarse de los malos hombres (1Tim. 6:5; 2Tim. 3:1-5).
  5. Guardarse en obediencia a los mandatos de Dios sin mancha ni reprensión (1Tim. 6:13-14,20).
  6. Huir de la impiedad (1Tim. 6:11).
  7. Huir de las pasiones juveniles (2Tim. 2:22).
  8. Seguir la:

a.       Justicia

b.      Piedad

c.       Fe

d.      Amor

e.       Paz

f.        Paciencia

g.      Mansedumbre (1Tim. 6:11; 2Tim. 2:22).

  1. Valiente: peleando la buena batalla de la fe y Echando mano de la vida eterna (1Tim. 6:12; 2Tim. 1:7).
  2. Ser firme = Carácter (Tito 2;15; 3:8).

 

 II.            Sobre su Obra pastoral: Edificación de la Iglesia

 

  1. Preparar de varones para el ministerio (2 Timoteo 2:1,2)
  2. No imponer las manos con ligereza (1Tim. 5:22).
  3. La instauración de Obispos (1Tim. 3:1-7; Tito 1:5).
  4. La instauración de Diáconos (1Tim. 3:8-13).
  5. Instauración de maestros (2 Tim. 2:2)
  6. La exhortación (2Tim. 2:14; 4:2; Tito 2:6,15).
  7. Reprender con toda autoridad/ Instaurar el orden en la Iglesia a través de la disciplina (1Tim. 5:20; 2Tim. 4:2; Tito 1:13; 2:15).
  8. Recordae a la Iglesia a ser sujetos a las autoridades (Tito 3:1).
  9. Desechar al divisionista (Tito 3:10).
  10. Velar por el bienestar económico de los misioneros para que la iglesia no quede sin frutos (Tito 3:13,14).
  11. La defensa de la Iglesia de los falsos maestros (1Tim. 1:3; Tito 1:10,11).
  12. Desechar las fábulas profanas y de viejas 1Tim. 4:7; 2Tim. 3:9.
  13. La corrección de lo deficiente (Tito 1:5).

a.       con mansedumbre (2Tim. 2:25):

b.      Redargüir, reprender, exhortar con toda paciencia y doctrina (2Tim. 4:2).

c.       Organizando la Iglesia.

 

 

 

Es importante revisar lo dicho por el autor a los Hebreos en el 13.17: “Obedeced a vuestros pastores, porque ellos velan por vuestras almas como quienes han de dar cuenta, para que lo hagan con alegría, sin quejarse, porque esto no os es provechoso”.  

Si notamos la cita, el pasaje en nuestra Reina-Valera 60 habla de: pastores.   Algunos aducen que allí se refiere estrictamente a los obispos o ancianos de la iglesia, y que sólo a ellos se debe sujeción.   Sin embargo, la palabra utilizada en el texto original, es distinta a la que se utiliza para referirse a los obispos (epískopos), Ancianos (Presbíteros) o Pastores (poimén).   La palabra utilizada aquí es: jegumenois y se refiere a los que están al frente de la iglesia en calidad de directriz o dirigentes.   La palabra se traduce como: los que tienen la hegemonía, líderes, dirigentes, ministros, príncipes.   Estos pueden ser evangelistas, incluyendo también a los obispos y conjunto de hombres que ministran la iglesia.

Nótese la carga semántica de autoridad que la palabra otorga a los que están en un cargo de directriz en la iglesia: “obedeced a vuestros dirigentes”.

Es interesante, notar 1 Tesalonicenses 5.12,13:  “Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros y os presiden en el Señor y os amonestan.   Tenedlos en mucha estima y amor por causa de su obra.  Tened paz entre vosotros”.   El ruego que se convierte en ordenanza en Hebreos, insta a reconocer, esto es, aceptar la autoridad de aquellos que presiden (dirigen) y amonestan en el Señor.  Evidentemente se estará refiriendo a la sujeción a hermanos que tengan un cargo de directriz, dirigencia o presidencia en la iglesia.   La iglesia está en el deber de sujetarse a su dirigencia tal cual lo afirma el texto sagrado.   Al mencionar a sus líderes, evidentemente está involucrando a los Evangelistas, puesto que en la evidente ausencia de ancianos en la iglesia cuando esta está iniciando, es el evangelista el encargado de la vida espiritual de la iglesia.   Él es el encargado de edificarla a través de la predicación, la enseñanza, la visitación, la restauración, la consejería, la disciplina y la consolación a través de la palabra de Dios.   Sin embargo, desde el inicio de la nueva congregación, como parte de la edificación es la preparación de varones en la iglesia a modo que estos vayan aprendiendo todo lo concerniente al ministerio a fin de que lleguen a ser parte del grupo de hombre entre quienes la iglesia, junto al evangelista, han de elegir a sus nuevos ministros según el orden bíblico y continúen creciendo en madurez espiritual como iglesia organizada.     

Sin embargo, esta autoridad dada por el Señor a los dirigentes canónicos de la Iglesia tiene límites, en primer lugar: la palabra misma de Dios, y en segundo lugar: el respeto mismo de la iglesia o comunidad de fieles.   En cuanto al primer punto, Pedro hace ver a los Ancianos, y extensivamente a cualquiera que esté en un cargo eclesial, que no debe enseñorearse, o creerse dueño de la iglesia (1Pedro 5: 3): “no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado”.   Esto es importante señalarlo, pues el ministro del Señor, tomando solamente en cuenta los pasajes anteriores puede querer tomar ventaja o abuso de autoridad sobre la iglesia.   Esta no está compuesta de máquinas, a las cuales se programa y deben estar listas solo para decir: si.   La iglesia está compuesta de gente pensante, siervos de Cristo, a quienes se ha de respetar.   No os hagáis esclavos de los hombres, dice el Espíritu Santo a través de Pablo.  De todo lo anterior se sigue que, tanto la iglesia como el ministro han de tener un espíritu de humildad para no irse a los extremos, sea de despotismo por parte del ministro, sea de anarquía, por parte de la Iglesia.   La iglesia debe aprender a estar bajo sujeción en tanto esta autoridad y dirección ejercida sobre ella vaya en conformidad a la palabra de Dios.

 

Dios bendiga a la Iglesia del Señor donde se encuentre.

Guillermo A. Domínguez.

Sobre Dios, Cristo y su obra

martes, 11 de junio de 2013

La significación del Bautismo a la Luz del Nuevo Testamento y su Función Salvífica Jyba


La Significación del Bautismo

A la luz del Nuevo Testamento y su Función Salvífica. 

Por: Guillermo Antonio Domínguez


       I.      ¿Qué es el bautismo?  

 

1.        El vocablo bautismo tiene su origen en la voz griega βάπτω, βαπτίζω, βαπτισμα (bapto, baptizo, baptisma) y significa: zambullir, sumergir, sepultar en agua, lavarse.   Baptizo es la forma intensiva de bapto, que junto a lo antes definido, también significa aniquilar, ahogar a alguien o hundir, como cuando se hunde un barco[1], de ahí que Pablo lo describa semánticamente con sus palabras en Romanos 6:1-14: “…porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo…”.   Pablo explica que el nuevo creyente muere espiritualmente en el acto del bautismo, y resucita con Cristo como una nueva criatura.   En el bautismo la vieja criatura es sepultada y renace una nueva criatura en Cristo y por Cristo.   

2.        Así, el bautismo es el signo a través del cual se representa la muerte, sepultura y resurrección de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 6:3.5; Colosenses 2:12,13).

3.        Es el acto de fe a través del cual el creyente se une a Cristo (Rom. 6:3).

4.        Es un mandamiento de Jesucristo para ser su discípulo (Mateo 28:19).  Uno se hace discípulo de Jesús cuando se es bautizado, afirma el texto.

5.        Es el acto a través del cual el Espíritu Santo nos sella (Efesios 1:13,14; 4:30; 2Cor. 1:21-22).   Es en el bautismo cuando la persona recibe el don del Espíritu Santo (Hch. 2:38). 

6.        Por cuanto en el bautismo el creyente se une a Cristo, recibiendo así el Espíritu Santo, y siendo el bautismo el agua que lava y regenera por el Espíritu Santo, se define entonces, que el Bautismo es el medio a través del cual iniciamos a ser configurados conforme a la imagen del Hijo (Rom. 8:29; Efesios 4:22-24).   Al ser bautizados nos revestimos del nuevo hombre, o sea, del carácter de Cristo; somos hechos, a partir de ahí, conforme a su imagen, conforme a la imagen del nuevo Adán que es Cristo.   

    II.      Antecedentes del bautismo novotestamemtario.

1.        El bautismo por inmersión era practicado por los Esenios.   Esta comunidad, de acuerdo a la datación de “La Regla de la Comunidad”, 1QS, fechada hacia el 100-75 a.C., sugiere que los Esenios ya tenían existencia desde ese tiempo[2].   Se ha sugerido que tanto Jesús y Juan el Bautista hayan pertenecido a esta secta judía, y de ahí que hayan adoptado la práctica del bautismo.   Sin embargo, si ambos pertenecieron o no a esta comunidad, no hay pruebas conclusivas.  Con todo, el bautismo, si bien coincide en la práctica de inmersión igual que los Esenios, difiere de éste en cuanto al carácter irrepetible del bautismo de Juan y el de Jesús, una sóla vez, para arrepentimiento y perdón de los pecados (Marcos 1:4).[3]     El bautismo de Juan y el de la gran comisión tienen carácter espiritual, salvífico, un signo de conversión total, mientras que los Esenios bautizan diariamente, primero, como rito de iniciación para el nuevo miembro de la comunidad, y luego, una práctica diaria de baños o inmersiones de purificación ritual antes de cada comida, sin dejar de tener valor moral.[4]   

2.        Los israelitas igualmente tenían la práctica contínua de las abluciones, o sea, lavatorios rituales de todo el cuerpo o de algunas partes del cuerpo, esto como medida de higiene, o purificación.   Para ello se usaban algunos términos, como טָבַל Tabal = Q. mojar, bañarse, sumergir, hundir, meter; Ni. se mojó, se sumergió, se bañó; נָזָה nazaj = Q. rociar (Números 19:18); רָחַץ rajatz = lavar, lavar una área.[5]   Todas estas abluciones o bautismos judaicos, así como el bautismo de los judíos esenios fueron superados por el bautismo de Cristo de la gran comusión.   Por esa razón, el autor de la carta a los hebreos habla en plural acerca de la “doctrina de bautismos”, pues los hebreos a quienes escribe, tenían en mente la multiplicidad de abluciones o bautismos prescritos en la Ley de Moisés.  La doctrina de bautismos sería más bien para aclararles que en Cristo existe un sólo bautismo, único y eficaz para la purificación y limpieza definitiva de los pecados por su sangre (Hebreos 6:2).

 III.      ¿Qué propósitos tiene el bautismo?   Jesús ha relacionado la salvación con el acto del bautismo.   Esto procede de Dios y no de los hombres (Mateo 28:19,20; Marcos 16:16; Juan 3:5).

1.        En el bautismo, por la fe en Jesucristo, recibimos el regalo de la salvación (Marcos 16:16; 1Pedro 3:21).

2.        En el bautismo Dios perdona nuestros pecados (Hechos 2:38; Colosenses 2:12,13).

3.        En el bautismo se lavan los pecados invocando el nombre de Jesús (Hch. 22:16).   Pablo usa los dos términos antes mencionados: βαπτιζω, λούω.   Ambos están intrínsecamente ligados semánticamente, pues se conecta la acción de βαπτιίζω: sumergir en agua, con la palabra λούω, la cual indica sumergir completamente para lavar algo.   El acto del bautismo, el acto de sumergirse es especial en el sentido que la acción se consagra a la muerte, sepultura y resurrección espiritual del bautizando, en equiparación a la muerte, sepultura y resurrección de Cristo.   El agua en sí no tiene ningún poder mágico, sino la fe del individuo en Jesucristo y la confesión de su nombre.   El agua del Jordán no sanó la piel de Nahamán, sino la fe que éste tuvo en el mandato de ir y sumergirse exactamente como el profeta la ordenó.   Lo que le sanó entonces fue la fe, pero esa fe actuó para sanidad hasta que fue y se sumergió en el Jordán exactamente a lo ordenado.   El agua es símbolo de limpieza, de baño espiritual, en el que se lava el alma del pecado (2Reyes 5:14).      

4.        A partir del bautismo Dios nos otorga el regalo o presencia del Espíritu Santo dentro de nosotros (Hechos 2:38; 1Corintios 3:15; 6:19).

5.        En el bautismo somos revestidos de Cristo (Gál. 3:26).

6.        El acto del bautismo nos une a Cristo haciéndonos uno con él (Rom. 3:3-5).

7.        La acción del bautismo nos recuerda que hemos muerto al pecado, que nuestro viejo hombre ha sido sepultado y que hemos resucitado como una nueva criatura en Cristo (Romanos 6:3-5; Colosenses 2:12).

8.        En el bautismo se inicia la regeneración del hombre para Cristo (Tito 3:5).

9.        Es necesario para entrar al reino de Dios (Juan 3:5; Colosenses 2:13, 14).  

10.    En el bautismo nos hacemos miembros de la Iglesia como cuerpo de Cristo (1Cor. 12:13; Efesios 4:4-6).   De las aguas del mar rojo nació un nuevo pueblo (1Cor. 10:2), como un nuevo pueblo nace y crece también a partir del bautismo.

11.    En el bautismo Dios nos configura a la imagen de Jesucristo (Rom. 6:1-14; 12:1-2; 8:29; Efesios 2:10; 4:22-24; Colosenses 3:9-15).

12.    Somos hechos hijos de Dios por adopción (Rom. 8:14-17; Gál. 4:4-7).

13.    A partir del bautismo somos pertenencia de Dios y no de nosotros mimos (1 Corintios 3:15; 6:19; 2 Corintios 5:15).

14.    En el bautismo Dios nos sella con su Espíritu Santo para el día de la resurrección (Efesios 1:13,14; 4:30; 2Cor. 1:21-22).

 IV.      ¿Qué relación se establece entre el nuevo bautizado y la vida intradivina? 

1.        Puesto que el bautismo es el signo de la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, así, de igual modo, con el bautismo se quiere decir que el creyente muere al pecado, sepulta la vieja criatura, o sea, su antiguo carácter, y nace como un nuevo hombre, identificándose con Cristo en el bautismo como signo de su muerte y resurrección (Rom. 6:3-6).

2.        A partir de ahí, el cristiano está en Cristo, lo cual nos hace partícipes de la vida intradivina por nuestra unión y participación con Cristo.   Al estar en Cristo estamos en el Padre y el Padre en nosotros.   Todo esto a través del don y presencia del Espíritu Santo en nosotros (Rom. 6:3-4; Juan 17:21-23; Gálatas 3:27).

3.        Se afirma que el nuevo bautizado está revestido de Cristo, o sea, la sangre, y el Espíritu de Cristo nos cubre (Gál. 3:27).

4.        Somos sellados por su Espíritu Santo: “En él (Cristo) también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuiste sellados con el Espíritu Santo de la promesa” (Efesios 1:13).   Se dice esto a razón que a partir del bautismo el Espíritu nos es prometido como arras de promesa de Dios.   Todo ello a partir del bautismo. 

5.        Por la fe en Jesucristo demostrada en el bautismo, somos hechos hijos de Dios por adopción (Rom. 8:14-17; Gál. 3:26; 4:4-7).   Venimos a participar de la familia divina; somos hechos hijos dentro del Hijo Jesucristo.   Pablo dice: “Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo” (Efesios 1:5); somos hijos por inclusión por medio del Hijo.   De ahí que se diga que nuestro cuerpo se ha convertido a partir del bautismo en Templo de Dios y del Espíritu Santo: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?”  (1 Corintios 6:19); “¿A caso no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios está en vosotros?” (1 Corintios 3:16).   Cuando Pablo escribe a los cristianos en Galacia, les dice: “todos los que habéis sido bautizado en Cristo, de Cristo estáis revestidos.   Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26-28).   Les continúa diciendo que Dios envió a su Hijo en el tiempo adecuado para que recibieran “la adopción de hijos.   Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!   Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).   A los Efesios les dice que son miembros de la familia de Dios (Efesios 2:20),   esto evidentemente a partir del bautismo ratificado por la fe, o por la fe ratificada por el bautismo.   Todos nosotros, entonces, venimos a participar de la familia divina a través de Jesucristo, de su Espíritu Santo y del Padre a partir del bautismo en el cual se nos otorga todos esos privilegios: hijos dentro del Hijo, habitación del Espíritu Santo, habitación de Dios Padre, revestidos de Jesucristo, hijos dentro del Hijo.

    V.      ¿Quiénes deben ser bautizados?

1.        Todos quienes crean en Jesucristo y su Evangelio.    (Marcos 16:16; Hechos 8:36-38; 8:12).

2.        Todo aquel quien luego de haber oído el Evangelio esté dispuesto a arrepentirse.   (Hechos 2:38; 3:19; 17:30).

3.        Los que confiesen a Jesús como Señor (Hechos 8:36-38).

a.         Esto significa que el niño no debe ser bautizado pues aún no tiene desarrollada su capacidad cognitiva para entender, creer y confesar a Cristo como Señor. 

b.        Tampoco tiene pecados de los cuales deberían arrepentirse.  

c.         Los niños no tiene pecado, pues no saben ni lo bueno ni lo malo (Deuteronomio 1:39; Ezequiel 18:1-4,20).

4.        Hombres y mujeres: “Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el reino de Dios, y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres” (Hch. 8:12).

 Resumen: ¿Quiénes deben ser bautizados?

1)      Los que creen  (Marcos 16:16)

2)      Los que se arrepienten (Hch. 2:38)

3)      Los que confiesan su fe en Jesús (Hch. 8:37; 22:16).

 VI.      ¿Somos salvos sólo por el bautismo?   El bautismo en sí mismo no salva.   Así como nadie es salvo sólo por arrepentirse, y así como nadie es salvo sólo por creer, pues, aun los demonios creen y tiemblan, pero no son salvo por ello, de igual modo, el bautismo solo, no salva, debe ir acompañado de otros elementos.   Cada elemento, como la fe, el arrepentimiento, la confesión y el bautismo, es importante para la salvación.   Cada uno de ellos juntos y de modo integral son instrumentos de la gracia salvífica.   Pues si alguien es bautizado pero no tiene fe, su bautismo es vano, pues Jesús dice: “el que creyere y fuere bautizado será salvo”.   No dice: “si alguno creyere o fuere bautizado”, como dando opción a elegir entre fe y bautismo para ser salvo.   El texto no da cabida a una disyuntiva, sino que agrega la “y” aditiva: Fe y bautismo.   Si alguien es bautizado pero no tiene la actitud de arrepentimiento, de igual modo, el bautismo es vano, pues el texto dice: “Arrepentíos y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados...”.   Dios demanda un cambio de vida para bien sobre cada cristiano.      Si alguien es bautizado pero no se mantiene en fidelidad hasta la muerte, difícilmente será salvo: “Se fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10).   “…Y si el justo con dificultad se salva, ¿Qué pasará con el impío y el pecador?” (1 Pedro 4:18); “…Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho habitar en vosotros nos anhela celosamente?...” (Santiago 4:4-5).       El bautismo es el inicio de una nueva vida en Cristo, donde a partir del bautismo por la fe en Jesucristo, la persona recibe el perdón de sus pecados, la salvación de su alma.   Pero debe mantenerse fiel a la palabra de Dios para alcanzar la salvación escatológica.

VII.      Entonces, una vez bautizado, siempre salvo?   No.  Sin embargo, hay quienes piensan que una vez salvos, siempre salvos, o una vez bautizado, siempre salvo.  El texto del Nuevo Testamento no deja lugar a ese pensamiento.  El planteamiento anterior nos habla que el bautismo en sí mismo o la fe en sí misma no salva, sino que cuando se conjugan integralmente cada uno de ellos en el momento del bautismo, se efectúa el acto de la salvación por la fe en Jesucristo, acto que continúa en proceso hasta la parusía de nuestro Señor Jesucristo, instante en el cual se consumará la salvación que en esperanza hemos recibido: “…para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo final” (1Pedro 1:3-5), “…sed sobrios y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado” (1Pedro 1:13); “…nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo, porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; ya que lo que alguno ve, ¿para qué esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos” (Romanos 8:23-25).   De esto vemos que la salvación completa y perfecta pertenece al ámbito escatológico, se completará y efectuará en definitiva cuando nuestro Señor Jesucristo se manifieste por segunda vez entre las nubes del cielo.   Será ahí cuando el cristiano recibirá la salvación en plenitud.   Más aún, el Espíritu Santo afirma a través del apóstol Pablo que nuestro cuerpo aún está a la espera de la adopción y redención.   Esto se traduce en lo que Pablo dice a la iglesia en Filipos: “Él transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al suyo…” (Filipenses 3:21); véase también  1 Corintios 15:50-58 donde Pablo habla de cuerpos transformados e incorruptibles, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos cuando Jesucristo venga en gloria.   Esto nos enseña que cada cristiano debe mantenerse firme y fiel hasta la muerte; esa fidelidad se traduce en una vida de continuo arrepentimiento, o sea, de continuo cambio para bien cada día de su vida.   El arrepentimiento no es sólo para el momento del bautismo.  Sino que es una actitud que debe ir día a día en la vida del cristiano.   Entendiendo que si fallamos y no hay arrepentimiento, lamentablemente, aunque hayamos sido bautizados, la salvación se puede perder.   

VIII.      ¿Cuál es la forma bíblica del Bautismo? 

1.        Como se dijo al inicio, la palabra bautismo viene de la voz griega: βαπτίζω, βαπτισμα (baptizo, baptisma) y significa: sumergir, zambullir, lavarse.   

2.        De acuerdo al texto bíblico, este se aplicaba por inmersión (Hch. 8:38,39; Rom. 6:3-5; Colosenses 2:12,13.    Esto es así, por lo explicado arriba. 

3.        El Eunuco para bautizarse descendió y salió del agua, lo cual implica que su bautismo fue por inmersión (Hechos 8:38,39).   “Juan Bautizaba en Enón porque había allí muchas aguas” (Juan 2:23).   La idea implica que se requería mucha agua, para hacer lo que la palabra originalmente significaba en la mente de ese momento: zambullir, sumergir.   Eso significa que el bautismo en tiempos apostólicos siempre fue por inmersión.   Ya se mencionó atrás que tanto la palabra en griego y hebreo implicaba siempre sumergir completamente. 

4.        Hemos de recordar que toda palabra como signo lingüístico tiene su propia imagen de significación, esto será el caso de la palabra bautismo, siempre significó y se entendió en los primeros siglos como inmersión.  

5.        La evidencia histórica también confirma el bautismo por inmersión en conformidad a lo dicho en el texto sagrado.   Las iglesias del segundo siglo y subsiguiente practicaron el bautismo por inmersión.    

 IX.      ¿En qué momento puede alguien ser bautizado?

En el momento mismo que entienda el mensaje del evangelio, lo crea, y sienta la necesidad de recibir el perdón de pecados.   Para lo cual hay algunos ejemplos de conversión en el libro de Hechos, a continuación algunos:

1.      Las tres mil personas en el Pentecostés a quienes Pedro instó a arrepentirse y bautizarse, lo hicieron ese mismo día (Hch. 2:38-41).  No hubo necesidad de un largo proceso de adoctrinamiento, pues este viene después del bautismo, dice Jesús en Mt. 28:19,20.

2.      Los samaritanos oyeron y fueron bautizados, y evidentemente porque creían y estaban dispuestos a arrepentirse (Hch. 8:12).

3.      El Eunuco, que iba de camino a Etiopía, se le predicó el evangelio, y una vez hubo entendido y encontrado un sitio donde había agua, pidió ser bautizado.   Felipe no le dijo que debía primero recibir un curso de doctrina de tres meses.  Felipe le dijo que si creía, bien podía, y así lo hizo.   Se hizo bautizar de inmediato (Hch. 8:26-39).

4.      Hechos capítulo 9.   Saulo de Tarso cuando tuvo la visión en el camino a Emaús, le preguntó al Señor: “qué quieres que yo haga” 9:4-7.   “El Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que debes hacer” Hch. 9:7.   Pablo fue llevado a la ciudad, y Ananías fue enviado por el Señor donde Saulo “y poniendo sobre él las manos, le dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.  Al instante cayeron de sus ojos como escamas y recobró la vista.  Se levantó y fue bautizado” Hch. 9:17-18.   Si notamos atentamente a la lectura, se le dice que vaya y que se le diría lo que debía hacer. ¿Qué era lo que debía hacer?  Bautizarse.  Fue exactamente lo que hizo.   Se levantó y fue bautizado.   En la narrativa que Pablo mismo hace de su conversión agrega un dato interesante: afirma el ánimo y exhortación que Ananías le hace para bautizarse: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes?  Levántate y bautízate y lava tus pecados invocando su nombre” Hch. 22:16.   El pasaje demuestra lo importante que para Ananías era el acto del bautismo, a tal modo que le impele a bautizarse para lavar sus pecados.  Ante lo cual, según el capítulo nueve de Hechos afirma que Pablo hizo.      

5.      Cornelio, el Centurión romano.   A este hombre también se le dice que envíe a llamar a Simón Pedro para que éste le diga lo que era necesario que hiciese: “Envía, pues, ahora hombres a Jope y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro….él te dirá lo que es necesario que hagas” Hechos 10:5,6.  Cornelio envió por Pedro, y cuando hubo llegado, Pedro le predicó esa misma noche a él, a toda su familia y amigos a quienes había invitado, y una vez que hubieron escuchado el evangelio por labios de Pedro, éste mandó que bautizado en el nombre del Señor Jesús (Hch. 10.44-48).   Todo indica que fue la misma noche (Hch. 10:1-48).   Para los apóstoles, no podía haber conversión sin el sello del bautismo según lo que vamos leyendo en los ejemplos bíblicos.

6.      En el caso de Lidia, la vendedora de púrpura, la narrativa indica que todo ocurrió en el momento en que Pablo predicaba a las mujeres junto al río.   Lidia, “estaba oyendo”.  “El Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo decía, y cuando fue bautizada…” (Hch. 16:11-15).   Su bautismo ocurrió en ese mismo momento.   Al igual que los otros ejemplos, no precisó de nada más, excepto su fe en Jesús y su anhelo de nacer de nuevo a través del agua y del Espíritu; y así lo hizo.  

7.      El carcelero de Filipos (Hch.16.16-33), es otro ejemplo dentro del Nuevo Testamento que no dudó ser bautizado de inmediato.   ¿Qué debo hacer para ser salvo? Preguntó el carcelero.   Pablo le respondió sin titubear: cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa.   El texto sigue: “y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.   Para algunos, lo que Pablo le dijo bastaba para ser salvo.   Sin embargo, nadie puede creer si antes no se le predica, y nadie accederá a bautizarse si antes no escucha la importancia de ello.   El texto sigue: “Él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas, y en seguida se bautizó con todos los suyos” (Hch. 16:25-33).   Evidentemente, Pablo, como parte de la predicación del evangelio, le habló de la necesidad del bautismo como una señal del nuevo nacimiento, por la fe en la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, tipificadas en la inmersión.   El carcelero de Filipos entendió la importancia y accedió de inmediato a ser bautizado sin dudarlo.

8.      Los Corintios, al oír, creían y eran bautizados (Hch.18:7-9).

9.      La conversión de los Efesios (Hch.19:1-5).   Es de sumo interés notar el hecho que estos doce hombres eran discípulos.  Ya habían sido bautizados por Juan el Bautista.  No obstante, Pablo hace ver una clara distinción entre el bautismo de Juan y el bautismo de la gran comisión, o sea, aquel que Jesús ordenó momentos antes de ascender al cielo.  ¿Pero cuál era la diferencia?  El propósito.  Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, mientras que el bautismo de Jesús era para recibir al Espíritu Santo y el perdón de pecados, recibir la salvación.  Note el mandamiento del Señor Jesús antes de subir al cielo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.  El que creyere y fuere bautizado será salvo; pero el que no creyere será condenado”.   Si vemos, Jesús presenta el propósito del bautismo: para salvación.  El Señor dice que es necesario Creer y bautizarse, no sólo creer.   El Espíritu Santo, inspirando a Pedro, le hace decir a la gran multitud en el día de pentecostés: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo(Hch. 2:38-41).   Dos cosas son mencionadas como propósito del bautismo: perdón de pecados y recepción del Espíritu Santo.  Estos doce hombres mencionados en Hechos 19, una vez que oyeron la explicación y aclaración de Pablo respecto al propósito del bautismo y la diferencia entre el bautismo de Juan y el bautismo de la gran comisión dada por Jesús, no dudaron en ser bautizados.   Ellos, en ese mismo momento fueron bautizados.  

10.   De la explicación anterior, lo mismo puede decirse que ocurrió con Apolos, quien era “hombre elocuente y poderoso en las Escrituras, este había sido instruido en el camino del Señor, y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor”, pero, hay un aunque o un pero, dice el texto: aunque solo conocía el bautismo de Juan.   Comenzó, pues, a hablar con valentía en la sinagoga, pero cuando lo oyeron Priscila y Aquila, lo tomaron aparte y le expusieron con más exactitud el camino del Señor(Hch. 18:24-28).   El texto deja entrever claramente que había una deficiencia en la predicación de Apolos, la cual consistía en conocer sólo el bautismo de Juan.  O sea, el no había oído del bautismo que Jesús encomendó a sus apóstoles el día antes de ascender al cielo, ni su propósito.   Lo cual indicaría evidentemente que tampoco se había bautizado con este bautismo, sino solo con el de Juan.   Era tan importante el punto, que no solo se trataba ni se trata de predicar acerca de Jesús, a tal modo que cuando lo oyeron Priscila y Aquila le explicaron a solas el asunto con más exactitud.  ¿Qué le habrían explicado Priscila y Aquila?  Evidentemente el asunto del propósito del bautismo.  ¿Habría Apolos actualizado su bautismo en el bautismo de la comisión de Jesús y su propósito?   Tanto la lectura completa de esta narrativa como la de los otros doce discípulos de Éfeso indicarían que Apolos habría corregido su predicación y su bautismo. 

    X.      ¿Por qué los niños no deben ser bautizados?  

Por los puntos mencionados, es obvio que sólo aquellos que tienen pleno uso de sus facultades cognoscitivas pueden hacerlo, esto excluye a los niños, pues aún no han desarrollado el elemento de coordinación lógica o de entendimiento.   Además ha de tomarse en cuenta lo siguiente:

1.        En el tiempo apostólico sólo se bautizaban hombres y mujeres (Hch. 8.12).   Esto confirma lo antes dicho, pues no tienen desarrollado su nivel cognitivo para entender ni creer el concepto, significación espiritual y práctica del bautismo.   El bautismo de infantes se instituyó formalmente como dogma hasta iniciado el año mil después de Cristo.   Si bien, la práctica ya era de antiguo, pero no tanto como decir que los apóstoles y la iglesia del primer siglo lo practicasen.   Fue Agustín de Hipona quien daría las bases para la práctica del bautismo de infantes, pero tales bases en modo alguno coinciden con la Biblia ni la práctica de la iglesia primitiva.

2.        El niño nace limpio, puro, sin pecado, pues siendo Dios quien crea el espíritu del ser humano, es natural que aquello que él da sea también, limpio y sin mancha (Zacarías 12:1).

3.        Dios, al reprender a los hebreos en el desierto, les dijo que ellos nunca entrarían a la Tierra Prometida, pues habían dudado y renegado de él, pese a haber visto sus portentos; sin embargo, sus niños, de quienes dijeron servirían de botín de sus enemigos, ellos sí entrarían y heredarían la tierra, pues aún ellos no sabían ni el bien ni el mal (Deuteronomio 1:39), con lo cual se entiende al niño limpio y sin pecado desde el vientre de su madre.

4.        Salmo 51:5 En maldad he sido formado y en pecado me concibió mi madre”. Hay quienes usan este pasaje para afirmar la pecaminosidad del niño desde su concepción.   Sin embargo, no es lo mismo decir que haya sido concebido en pecado y que haya nacido con pecado.   Lo primero debe interpretarse con la condición en la cual el mundo se encontraba y se encuentra, una condición de pecado y rebeldía contra Dios, esto incluía su entorno universal, su nación y su propia persona, máxime por el pecado por el cual surge el capítulo 51, respecto de sí, o sea, el arrepentimiento por el pecado de homicidio contra Urías.   Además, ello sería una contradicción con las palabras que David dice en Salmos 139.13: “Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el vientre de mi madre”.   David da por sentado que su hacedor, en última instancia, es Dios mismo, con lo cual se atribuiría a Dios la deficiencia de pecado en el hombre al nacer, puesto que Dios también forma el espíritu del hombre dentro de sí (Zacarías 12:1).   Ello no sería congruente respecto a Dios ni con el verdadero sentido de Salmo 51.   Todo lo que él hace es limpio.   Él no formaría un espíritu sucio dentro del hombre.   Él lo forma limpio.   Así que David no está diciendo que al nacer, nació con pecado.   Repito, no es lo mismo ser concebido en pecado y nacer con pecado.   Recuérdese también que Dios dice respecto al ser humano y el pecado: “porque el corazón del hombre se inclina al mal desde su juventud (Gén. 8:21).

5.        El profeta Ezequiel en el capítulo 18:1-4,20, discutiendo acerca de la culpabilidad individual, aclara que cada cual pagará por su pecado.   En Israel había el dicho: el padre como las uvas agrias y a los niños les da la dentera”.   Ante semejante dicho, Jehová habla a través del profeta y les dice que nunca más tendrán por qué usar ese dicho, pues toda alma es de Él, y que el alma que peque esa morirá, indicando con ello la individualidad del pecado.   En el verso 20 es más preciso al decir: “El alma que peque, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo recaerá sobre él, y la impiedad del impío recaerá sobre el.   Así, cada quien pagará por lo suyo.   No hay, por tanto, tal cosa de que el niño nace con el pecado original, o sea, con aquel primer pecado cometido por nuestros padres Adán y Eva.   No traemos tal pecado al nacer.

6.        Es de suma importancia considerar las definiciones que la Biblia hace acerca del concepto pecado.   La Biblia lo define como: 

a.         “Transgresión o violación a la ley de Dios” (1Juan 3:4).   Pregunto ¿Qué mandamiento de la Ley de Dios ha quebrantado el niño al nacer para constituirse en pecador?   Si por nacer a quebrantado alguna Ley, entonces, si sería pecador desde que nace.   Sin embargo, el sentido común y la Biblia nos indican que No.  No ha quebrantado ninguna Ley, por tanto no nace con pecado.

b.        “Toda injusticia es pecado,…” (1Juan 5:15).   Pregunto: ¿Qué injusticia ha cometido el niño al nacer?  Ninguna, a menos que nacer fuese una injusticia, lo cual va en contra de las Escrituras. 

c.         “Saber hacer el bien y no hacerlo es pecado” (Stg. 4:17).   Pregunto: ¿Ha desarrollado el niño su capacidad cognoscitiva para distinguir entre el bien y mal para ejecutar cualquiera de los dos?   Obviamente que no.   El niño nace inocente, sin pecado.  Génesis 8:21 afirma que el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud.   La Biblia Latinoamericana Edición pastoral traduce el hebreo náar como infancia.  Esto es correcto si sólo se toma en cuenta uno de los significados de la raíz hebrea   נער (náar / noar) = niño.    Sin embargo, la palabra hebrea va más allá de este significado y agrega: muchacho, juventud, joven, cría, criado, ayudante.  De lo anterior se desprende que el nivel semántico de la palabra es amplio, y no sólo se limita a significar niño en su etapa infante, sino, al niño en su etapa en la cual a adquirido un nivel cognoscitivo suficiente como para distinguir entre el bien y el mal, lo cual ocurre aproximadamente desde la etapa de la pre-adolescencia en adelante.   Es importante mencionar que entre los hebreos, a partir de los 12 años se consideraba al muchacho como “un hijo del mandamiento”, o “de la Torah”[6] esto es, responsable de sus deberes espirituales ante Dios.  A ello hay que agregar que de acuerdo al nivel semántico cultural, en Israel un joven de 20 años era aún considerado un niño.  Así que, aplicar la palabra “infancia” para traducir el hebreo náar es ambiguo al no tomar en cuenta el nivel semántico de la palabra, máxime si tomamos en cuenta las etapas de adquisición de conciencia del ser humano, suficiente como para ser considerado pecador.   Debe considerarse, también, que los muy respetables traductores de la Biblia Latinoamericana pertenecen a la confesión Católica, y por ello inclinados a la doctrina de la herencia del pecado original, razón por la cual, sin ninguna dificultad traducen la palabra hebrea náar como “infancia”.   Mas con todo, la mejor opción −tomando en cuenta lo antes dicho − es la traducción hecha en  la versión Reina-Valera y la Nueva Versión Internacional.   Estas traducen: “juventud”.   Ello concuerda con lo que he venido considerando a la luz de la Santa Biblia y el nivel semántico.     

d.        Otro aspecto digno de considerar es la afirmación paulina en Romanos 5:12 cuando afirma que lo que pasó o se transmitió a la humanidad no fue el pecado de Adán y Eva, sino la muerte, inherente a partir de allí en cada ser humano.   Hubo cambios tremendos en toda la creación.   De allí que Cristo haya empezado restaurando nuestra condición espiritual y darnos la promesa de la resurrección de un cuerpo incorruptible, tal cual el suyo (Filipenses 2:20,21).   No heredamos el pecado de nadie, cada quien dará a Dios cuenta de sí (Rom. 14:12).

 XI.      ¿Existe alguna fórmula Bíblica para el bautismo? 

1.        Cuando Jesús mandó bautizar “…en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Mateo 28:19, significa que el individuo ha de identificarse con la persona de Jesucristo por la fe en su muerte, sepultura y resurrección, pasando a ser su propiedad.   Bautizarse “en el Nombre de Jesús” significa ser bautizado en la autoridad de Aquel que dijo tener todo poder en los cielos y en la tierra, poder que es compartido sin problema alguno con la persona del Espíritu Santo y la del Padre.   Ello se entiende por el enunciado que Jesús hace: “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”; autoridad compartida, también, por la perfecta unidad e igualdad de naturaleza entre las tres personas, quien en virtud de ello, entonces, constituyen un solo Dios.  Así como en un recinto pueden haber tres, cuatro o más personas completamente distintas, con todo, en ese recinto existe una sola naturaleza humana.  No hay grados de naturaleza humana, mayor ni menor, sino, una sola.  Del mismo modo, habiendo tres personas de una misma naturaleza divina, hay, por tanto, una sola divinidad, un sólo Dios.   Por ello, el individuo al bautizarse queda unido a Jesucristo, a Dios Padre en comunión con el Espíritu Santo; es allí cuando por primera vez se da la unión formal con Jesús.   No es antes, ni después, sino, en ese momento, al ser sumergido en las aguas del Bautismo.   San Pablo continúa explicando en Romanos 6:3-5 que esa unión se da por la fe en Cristo en el momento de ser bautizado.   Es una acción objetiva y de trascendencia espiritual, a través de la cual Jesús entra en el ser de la persona por su Espíritu; es así como el bautizado viene a ser parte constitutivo del cuerpo espiritual de Cristo, que es su Iglesia.    Es interesante que tanto para los que quieren hacer un dogma de Mateo 28:19 como de Hch. 2:38, en cuanto a la fórmula bautismal,  para su desilusión, no existe ni un sólo pasaje donde aparezca la imagen mental ni objetiva del bautizador pronunciando alguna fórmula bautismal sobre la persona a quien bautiza.    Querer hacer un dogma de cualquiera de los dos pasajes al grado de dividir y condenar a quienes no comparten el mismo entendimiento, es absurdo, y tanto más cuando no se toma en cuenta el significado semántico y teológico de la expresión: “en el nombre de Jesús”, o “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.   El individuo que ha de sumergirse debe creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son completamente distintos en cuanto a persona, pero completamente iguales en cuanto naturaleza.  

2.        La evidencia histórica confirma que los cristianos desde el primer siglo bautizaban en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.  

3.        Cuando leemos en el libro de Hechos que se manda a bautizar en el nombre de Jesucristo, jamás se describe el instante y mucho menos las palabras dichas por el bautizador al momento de bautizar.   Debe tomarse en cuenta el propósito del autor Lucas al escribir su tratado de Hechos.   Él estaba escribiendo a Teófilo, un gentil, con casi toda probabilidad de origen griego, el cual compartiría dicho documento con sus amigos y sectores gentiles cercanos a él.   En aquel momento, el Señor del mundo era el emperador, a él se proclamaba como señor y salvador salvándolos de sus enemigos.   Así consideraba el mundo al emperador romano, entonces,  Lucas se esfuerza por demostrar que hay un único Señor con autoridad o poder bajo el cielo y la tierra en quien únicamente se puede ser salvo, y ese se llama Jesús de Nazaret, Jesucristo el Señor y Salvador.   Esa es la razón por la que se hace énfasis en Hechos: “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre (autoridad) bajo el cielo, dado a los hombre, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12).

4.        También Pedro, cuando manda bautizar a la gente en Pentecostés y a los amigos de Cornelio, los manda a bautizar en el nombre de Jesucristo.   Pero eso sólo con el propósito de señalar la autoridad de Jesucristo como Señor, aunque en el momento que se emiten estas palabras jamás se entiende que ese fuese el instante en el cual se estuviese bautizando a las gentes.   Es evidente, que al instante de bautizar a esas personas, las palabras utilizadas fueron las dichas por Jesús en Mateo 28:19.

5.        Bautizar en el nombre de Jesús es lo mismo que decir que se bautiza en la autoridad dada por Jesús en Mateo 28.19.  

XII.      ¿Qué hemos de hacer después del bautismo?     

Ser fiel hasta la muerte (Apoc. 2:10).   Luego que la persona es bautizada, se le ha de enseñar, a la luz de la Biblia, que ha tener tribulaciones, de todo tipo; tentaciones para que vuelva del camino de salvación a las tinieblas donde antes se encontraba.   En la actualidad se escuchan disertaciones que afirman que el verdadero cristiano no sufre, y si alguien que dice ser cristiano está sufriendo, es porque en verdad no lo es.  Dichas afirmaciones van fuera del orden bíblico, están fuera del marco salvífico enseñado por el Nuevo Testamento, pues, si somos parte constitutiva del cuerpo de Cristo, por ende hemos de sufrir, y con todo, hemos de mantenernos fieles.   San Pablo en Romanos 8:17 y Ef. 1:5 afirma que hemos sido hechos hijos en el Hijo por el Espíritu de adopción, y que seremos herederos juntamente con Cristo si es que padecemos juntamente con él.   Como se ve, si anhelamos ir al cielo, es necesario padecer juntamente con Cristo.   Con ello se comprende que las tribulaciones son parte natural y necesarias dentro del proceso de desarrollo espiritual y salvífico del cristiano, en función que nos confirma como verdaderos hijos de Dios al permanecer fieles hasta la muerte como Cristo lo fue hasta la cruz, a pesar de sus aflicciones.   La misma idea es presentada en Hch. 14:22 donde Pablo exhorta a los cristiano diciéndoles que es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el Reino de los Cielos.   Pero para entrar hay que permanecer fieles ante las adversidades.   Pablo continúa afirmando lo mismo, y ahora lo hace en 2 Timoteo 2:12 al decir: “Si sufrimos, también reinaremos con él”.   En 2 Timoteo 3:12 afirma: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”.   Con ello en mente, debemos confirmar el pensamiento de los nuevos conversos acerca de la necesidad de mantenerse fieles ante las adversidades, las cuales son necesarias para probar y consolidar nuestra fe en el Señor Jesús siendo fieles hasta la muerte (1 Ped. 2:21;4:12,13).   Sin embargo, tampoco se quiere decir con esto, que debemos tener complejo de mártir, o sea, tampoco se debe dejar la impresión que el cristiano debe buscar las tribulaciones y problemas, y que debe procurar sufrir, no, en modo alguno es la idea.  Si alguien está pasando una vida tranquila y reposada, lo que sí debe cuidar es que esa vida relajada tampoco le aleje del Señor.      

 

Primero Dios, continuaré mejorando y ampliando el presente material.   Dios les bendiga.

 

Su servidor y amigo,

Guillermo Antonio Domínguez Sánchez



[1] Hay algunos términos que implican la idea de inmersión: Βαπτω = sumergir, zambullir,  Βαπτίζω = sumergir, zambullir,  Βαπτισμός = baño de inmersión,  Βαπτισμα = bautismo.   λούω  era usado para indicar el lavamiento de todo el cuerpo, mientras que νίπτω designaba lavar o enjuagar los miembros del cuerpo.   En la LXX se usa βάπτω para traducir el verbo hebreo tabal = sumergir.   Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Vol. 1, Lothar Coenen-Erich Beyreuther-Hans Bietenhard, Editoria SIGUEME, Salamanca, 1980, pág. 160 ss.

[2]   García Martínez, Florentino; Trebolle Barrera, Julio.  Los Hombres de Qumrán, Editorial TROTA, Segunda 

    edición, Madrid, 1997, pp.65, 75-79.

[3]   Ibid. pp. 239 ss.

[4]   Vidal Manzanares, César.   Los Esenios y los Rollos del Mar Muerto.   Ediciones Martínez Roca, S.A., 

     Barcelona, 1993, p. 127, 128..

[5]    Lexico Hebreo-Español y Arameo-Español de Pedro Ortiz V. S.J.

[6] Edersheim, Alfred, La vida y los Tiempos de Jesús, Tomo 1, pág. 278.