jueves, 5 de septiembre de 2013

La Predestinación: Llamado de Gracia al albedrío del hombre. Jyba

La Predestinación:  Llamado de Gracia al albedrío del hombre.
Por: Guillermo Antonio Domínguez   Jyba

La presciencia de Dios significa el conocimiento anticipado que él tiene de las cosas antes de que sucedan.   El concepto es un tanto abstracto, en tanto intervienen aspectos como tiempo y espacio y trascendencia divina, lo cual implica a su vez inmanencia en una primera etapa dentro de la mente de Dios, viendo el futuro e interviniendo en la historia de ese futuro, e inmanencia en una segunda etapa manifestada en la intervención real y existencial de Dios en la historia, el tiempo y el espacio del hombre, en el presente del hombre, de cada generación histórica, y aun en nuestro presente, ahora y ya.

Por su preconocimiento Dios sabe y permite que algunos vayan a la condenación.   Sin embargo, jamás debemos decir que Dios predestina a la condenación a algunos.   Si algunos van a la condenación, y son anunciados por el justo juicio de Dios es en virtud del preconocimiento que Dios tiene acerca de las cosas.   Dios es justo y no puede condenar a alguien que no tenga culpa, de lo contrario, iría en contra de su justa naturaleza.   Cuando alguien es condenado, no es porque Dios le haya repudiado, sino porque ha rechazado el llamado y el querer salvífico de Dios.   En la idea precedente se encuentra su gracia salvífica por el evangelio, para que aun los injustos tengan la oportunidad de ser salvos en Cristo, pues Dios quiere que todos sean salvos, no queriendo que ninguno perezca.   Más todavía, él mismo afirma: "fuérzalos a entrar", en otro momento leemos:  "Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a mi hermano, siete veces?, Jesús responde:  no siete, sino hasta setenta veces siete".   En esto encontramos el anhelo de gracia derramado sobre el hombre, aun sobre el renuente, para que de algún modo, su libertad de decisión pueda ser movida a la obediencia.   Sin embargo, al final, Dios respeta y toma en cuenta el libre albedrío del hombre, actuando salvíficamente sobre los obedientes, y condenatoria y justamente sobre los desobedientes.

Así, entonces, no vemos una doble predestinación: unos predestinados para la salvación y otros predestinados para la condenación como afirma el calvinismo y el luteranismo.  
Los que son salvos reciben dicha salvación por el don de la gracia divina, a través de la cual Dios ha invitado a toda la humanidad a participar en Jesucristo, de ahí que esto sea congruente con todos los pasajes que nos hablan del llamado salvífico de Dios a toda la humanidad, mientras que, los que se condenan, se condenan por su propia voluntad o culpa.

Todos dentro del salón de clase,  en el colegio,  han sido llamados para aprobar el curso.   Sin embargo, conociendo el profesor a cada uno de sus alumnos, puede formarse una idea de quiénes en su clase lamentablemente serán reprobados y quiénes serán aprobados.   Pero esto no significa que el maestro ha determinado por cuenta propia tal reprobación o aprobación, sino que él sabe que la colocación de una calificación reprobada dependerá al final del muchacho mismo, pues está en su fuerza de voluntad el retomar la gracia y don de la enseñanza dada por la institución y el profesor, o rechazarla con su negligencia al no mantenerse fiel al llamado de estudiar.   Al final, el que reprueba, reprueba por su propia culpa y no por la determinación o voluntad arbitraria del profesor.   Algo similar acontece con el concepto de la predestinación.   La predestinación no es sino, el llamado de Dios a toda la humanidad a participar de la imagen de su Hijo y ser llamados santos y formar parte de la comunidad o pueblo de Dios.   Nadie si embargo, ha sido elegido o predestinado para condenación.   Aquellos que se condenen, se condenarán por su propia culpa al no querer acceder al don de gracia de Dios a través del llamado del Evangelio de Dios y de Jesucristo.  

La gracia de Dios, jamás, de modo alguno, inhibe la libertad del hombre (2 Cor. 6:1).   La libertad del hombre, de elegir obedecer o no a Dios, si bien, es limitada por la debilidad de la caída, sin embargo, esa libertad es ayudada por Dios a través de la fe producida por la palabra de Dios.   No es cierto que el hombre sea incapaz de aportar a su salvación (2Cor. 5:20,21; 6:1), no porque esta provenga del hombre, pues la misma proviene de la gracia de Dios, pero el hombre -una vez recibida la ayuda de Dios por su Espíritu y la acción pedagógica salvífica del Señor en su Evangelio-, puede ser salvo teniendo ahora la fuerza de voluntad necesaria a través de la fe para dar el paso de obediencia al llamado de Dios.   Así, el hombre, es responsable de su salvación, por su libre albedrío al aceptar o rechazar el don gratuito de Dios.

Como se infirió atrás, la fe misma es prueba de que en el hombre actúa el libre albedrío, siendo así responsable de su salvación, al decidir obedecer a Dios por la fe producida por la palabra, o rechazarla por cuenta propia.   La fe implica en sí misma un acto libre por parte del hombre.     

Revisar el concepto de libertad en Gálatas.


La decisión e iniciativa de la salvación, luego de ser dada por Dios, corresponde en última instancia al hombre tomarla o rechazarla:  2Cor. 5:19-20.   Este pasaje implica que la salvación no se efectúa sin los esfuerzos del hombre, ni sin la intervención de Dios, sino, por una mutua colaboración, aunque sin embargo, la iniciativa se deriva totalmente de Dios.   El hombre sólo coopera en ello.

Continuaré ampliando y mejorando el contenido.   Sinceramente su servidor.

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